© de la imagen La meva maleta

martes, 31 de diciembre de 2013

Puente de plata

Ando pensando en una forma de celebrar el fin de año como a mí me guste, que sea algo bonito e inolvidable para mis hijos, crear una tradición familiar. No han leído mal, he dicho celebrar el fin de año, porque al Año Nuevo no lo conocemos aún y necesito que el que ha pasado se vaya de una vez. 
Ha hecho honor a su fama de gafe el 13, y se ha llevado por delante a muchas personas cercanas a mí,  tantas como seis, convirtiendo las visitas al tanatorio de turno en una triste costumbre. 
Ya, ya, toca hacer balance. En el haber de lo positivo, principalmente, el nacimiento del último sobrinito. Eso sí es motivo de alegría. 
De momento no me tiren más de la lengua, que soy optimista de nacimiento y me chafarán el post. 
Hablaba al principio de la tradición: la costumbre en España consiste en gastarse un dineral cenando en un lugar atestado de gente vestida de lentejuelas y, luego, baile, bebiendo como si no hubiera mañana (que lo hay, son memorables las resacas del día 1 de enero viendo el salto de esquí recién levantado a mediodía). El año que me quedé embarazada, con el cuento de que había nevado mucho, había hielo por todas partes y yo tenía miedo de resbalar y romperme la crisma y perder el bebé, dejamos de salir fuera para celebrar el Año Nuevo. Era mucho más soso, pero como en la fecha de hoy celebramos también el principio de nuestro noviazgo (felicidades, cariño), pues nada, la celebración era más íntima. El primer fin de año de mi bebé estaba con lactancia materna, así que no bebí nada. El segundo año tampoco. Bueno, casi. Diré que se me complicó, que yo no quería beber tanto, pero a Marido no le gusta el champagne, y estaba tan fresquito. No me extenderé, pero esa fue la causa de mi primera  y única rescaca con niños, y la última vez que bebí de más. 
Luego está lo de las uvas de la suerte. Para empezar, no es verdad que traiga mala suerte no comer uvas en Nochevieja. En serio. Se habría extinguido la vida más allá de los Pirineos. Es una costumbre que nació a partir de un sobrante de cosecha de uvas. Punto.

¿Y si fuera verdad? Pues nada, toda mi vida poniéndo platitos para las uvas, contando doce y luego dejando una masa informe de uva sin piel  ni pepitas porque a todos nos molestan. Peor aún, mi marido detesta las uvas, se las come con cara de asco y empieza el año con cara de asco.

Pues se acabó.

De todas las costumbres me voy a quedar con una: esperar a las 12 para asegurarme de que se marcha, ya saben, a enemigo que huye, puente de plata. Leí en algún lugar una idea que voy a adoptar para mi familia: escribir en un papel un deseo para el 2014, y colgarlo en el árbol. La Nochevieja siguiente se abre el sobre y se descubre ante los demás ese deseo. Otra costumbre que voy a  instaurar, más que otra cosa, para hacer tiempo para no quedarnos dormidos a las 10, es ir al cine con los niños por la tarde. Sigo pensando en un menú apañao pero ligerito. Las lentejas que se comen en Italia me parecen demasiado, la verdad. 

Mi deseo para este Año va a ser difícil de sintetizar, hay muchas cosas que me gustaría que pasaran, algunas de ellas, bien complicadas de explicar. 

Y a ustedes, les deseo felicidad. Así. Desde ahora hasta el infinito. Hagan lo que hagan, que sepan darle la vuelta y ver la cara amable de la vida. No se hagan daño a sí mismos y no lastimen a los demás. Dejen los juegos psicológicos y las adivinanzas: si necesitan un abrazo, abracen ustedes primero. Cómprense algo que les dé alegría si pueden permitírselo y, si pueden, compártanlo, les va a saber mucho mejor. Y aprendan a quererse y a repetarse, es el primer paso para conseguir el respeto y el amor de los demás. 

  














miércoles, 25 de diciembre de 2013

No creo que sea una coincidencia

He tenido la suerte de compartir la mesa de Navidad con un bebé, mi sobrinito de 5 meses. Ha cambiado de brazos veinte veces, ha tenido el mundo a sus pies todo el tiempo. Le ha bastado con amagar un balbuceo y ha sido atendido en sus necesidades de afecto, alimento, sueño. Nos ha hecho felices a todos con su mera presencia. Allí donde hay un bebé las tensiones bajan, sus ruiditos, su aroma, su piel suave, su forma indefinida de mover las manos se convierten en el centro de atención. 

No me extraña, pues, que la forma de hacerse Hombre elegida por Dios fuera la de un bebé. El Niño Dios removió con la fuerza de su ternura, a todo su entorno. Temido y respetado, venerado y adorado.   Más de 2000  años después de su llegada, cientos de millones de personas paran su mundo para sentarse alrededor de una mesa a celebrar su estancia entre nosotros. No era más que un bebé, y en su pequeño ser se albergaba toda la Esperanza en el Mesías. No creo que fuera una coincidencia que Él quisiera ser Niño.

Feliz Navidad


jueves, 19 de diciembre de 2013

No le veo la gracia.

Acabo de recibir un chistecillo de esos que corren por Whatsapp



Vaya por delante que admiro profundamente la Profesión de Maestro. Valoro muchísimo el trabajo de quienes enseñan a mis hijos y su dedicación a sus necesidades especiales y a sus personas en general. Y ya sabéis que pertenezco a una familia en la que esta profesión es mayoritaria. 

Sin embargo, los firmantes, Los Maestros, que se encargan de hacer circular sin pudor esta notificación, no creo que merezcan el título que ostentan. Para empezar, está claro que ellos mismos desprecian su trabajo si consideran que sus alumnos hacen lo mismo en su casa que en la escuela. Los niños para ellos, son mercancía de la que "hacerse cargo". Punto. Mireusted, ni hablar. Ya me gustaría a mí disponer de sus diecinueve días seguidos de vacaciones de Navidad para hacerme cargo, con todas las consecuencias, de mis hijos e intentar que no pierdan el ritmo de trabajo y estudio que tantísimo nos ha costado adquirir desde el último puente hasta ahora. Perdón, no, hasta ahora, no, que ya llevamos varios días preparando la víspera de las vacaciones que en nuestro caso es mañana, y no ha habido clases normales desde ni me acuerdo.  No podré hacerlo, mi colectivo, a diferencia del suyo, no dispone de sus jornadas laborales ni de sus períodos de merecidísimas vacaciones.

Por ello, en lugar de "hacerme cargo" "sin contar con el apoyo docente", tendré que hacer que Benditos Abuelos se "hagan cargo", porque soy afortunada y los tengo. Porque gran parte de mis conocidos tienen que hacer encaje de bolillos con sus horarios y sus sueldos para buscar alternativas. Ya, ya, haberme hecho maestra, y haberme sacado una oposición. Me sé de memoria todas las coletillas con las que adornan sus exabruptos.

No nos hacen ustedes ningún favor por tener en la escuela a nuestros hijos, porque su función es tratar que ellos desarrollen al máximo sus capacidades, darles los conocimientos que ellos van a necesitar para ser personas adultas aptas para desempeñar un puesto de trabajo de calidad. Créame, las cinco horas al día, 175 días al año, que tienen mis hijos colegio no alcanzan mi jornada laboral, así que "colocar" a los niños en la escuela no tiene esa finalidad, al contrario de lo que a usted pueda parecerle. 

Mi necesidad de dejarles en la escuela no es porque yo tenga el vicio de trabajar once meses al año cuarenta horas semanales, sino porque creo que ese es el lugar donde mis hijos tienen que ir para aprender. 

Es más, si tuviera la desgracia de estar en el paro, o la suerte de no necesitar trabajar para ganarme el pan que me como, también pensaría que el lugar más adecuado para mis hijos es la escuela para aprender. Bien, si usted, el Maestro firmante está en ella, mejor no, mejor que se queden en casa dando mal, que es lo mejor de la infancia.

Me avergüenza que su colectivo sea tan indigno y que a su vez tenga el poder porque tiene de rehenes a nuestros hijos. Y los gobiernos, a quienes conviene una generación de ignorantes que no sepan pensar para poder pensar por ellos, se ponen de perfil y menean la cabeza cuando todos los informes revelan la realidad de que las criaturas españolas son las que están peor preparadas.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Te pedí perdón

Tengo por costumbre presumir de vosotros. De lo buenos que sois, aunque peleáis como todos los cachorros del mundo. De vuestro esfuerzo en el cole, que os da un fruto en forma de buenas notas. De cómo habéis aprendido a comer como personas mayores y que vuestros modales en la mesa dan ejemplo a otros niños. De lo guapos que me habéis salido (y lo digo desde la objetividad absoluta que me da ser vuestra madre jaja). Me da lo mismo que me digan que soy una presuntuosa, me siento orgullosa de vosotros por quiénes sois y por cómo os desenvolveis en este mundo. 

Así que, cuando comenté con tu abuela uno de tus defectos, ¡que gracias a Dios los tienes!, y vi cómo en tu miraba se fraguaba una pequeña sensación de fracaso irreversible, comprendí que me estaba equivocando. Al llegar a casa te pedí perdón y te prometí que me esforzaría en no volver a humillarte ante nadie, porque no tengo razones para hacerlo y porque yo sé que lo que se siente cuando quien más te quiere habla mal de ti. Me dijiste que no te habías dado cuenta, y que no pasaba nada, así que supongo que sí que te dolió y que agradeciste que te pidiera perdón, porque te hizo recuperar el respeto que te arrebaté. 

No dejéis que nadie os lastime, ni siquiera vuestra madre. Mucho menos vuestra madre. Estoy aprendiendo.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Sin conexión

Un cambio de compañía telefónica me ha dejado prácticamente desconectada por unos días. Vuelvo con las manos llenas de palabras que parecen no atreverse a asomar después de tantos días de silencio. Tantos, como la niebla que ha envuelto en humedad y frío el lugar en que vivo y que nos ha dado apenas un respiro hoy, no me he podido resistir a tomar una foto del cielo.



Es antipático nuestro clima. Eso hablaba con una señora hace algunos días. La niebla nos vuelve huraños, nos recluye en nuestros hogares y enmudece las risas de los niños. La semana pasada el suelo llegó a estar completamente mojado, como si hubiera llovido, tanto, que las maestras de mis hijos optaron por no dejarles salir al patio dos días.
La buena mujer, algo mayor, me comentaba que ella tenía que huir todos los inviernos a su hogar en la montaña, en busca de un frío más seco que el de aquí.  Y sonrió cuando le dije que el clima del "Pla de Lleida" era tan inhóspito como sus habitantes. No, no se puede generalizar, pero es cierto que en esta lugar cuesta mucho traspasar el umbral de un hogar ajeno y sentirse como uno más. Las gentes de aquí hemos aprendido a aprovechar las oportunidades, como los escasos rayos de sol que nos corresponden en invierno y que únicamente se van del todo azuzadas por el cierzo que llega malhumorándonos a todos en febrero. Un horror, vamos. De hecho, a los dirigentes romanos a quienes se quería castigar lo destinaban aquí, y no me extraña nada. 

En fin, vuelvo. No creo que pueda comentar en vuestros blogs, aunque procuraré leeros. Dicen que volverá a estar cubierto de niebla mañana. No hay mal que cien años dure, pero algunos males se hacen bien pesados 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Lugares en común

Y sucedió lo que debía
Huimos de la niebla helada en dirección a una jornada de sol espléndido. La excusa, visitar la Aljafería.



Su manitas cuadradas sujetas a la espalda, en posición de escucha, abuelo y nieto en idéntica postura, de forma inconsciente. Recorrimos los pasos del rey Tanto Monta, aprendimos de historia medieval y de bocadillos de jamón, de cojines de loneta y de muebles de cocina. Chocolate de cuchara para merendar y ganas de repetir.
Suelen sorprenderme los juegos de la genética, cómo deja parecidos en las formas de reaccionar, de mirar con la cabeza ladeada, de ser culoinquietos, de resolver problemas o de huir de discusiones, incluso cuando todas esas cosas no han podido ser aprendidas, son innatas. De repente les ves a ambos juntos, los cabos de tu vida, y todo encaja. Se cierra el círculo entre ellos dos y tu quedas atrapada en medio, agradecida por haber podido disfrutar de ese día fantástico, y por haber podido sido un instrumento de la Vida en la alquimia de sus parecidos.

martes, 26 de noviembre de 2013

El último mordisco

Te observo jugando de rodillas, corriendo coches, soñando que eres piloto de Fórmula 1, que el Lamborghini que rueda por tu habitación termina cruzando la línea de meta dejando goma en un asfalto de verdad.



Mientras, los de tu clase _los mayores de todo el colegio_ juegan a ser adultos, a poner morritos en el Facebook, a mandarse whatssaps, a salir, supongo, a probar el sabor de la recién inaugurada juventud,  y los primeros besos.

Te he mirado a los ojos medio dormidos y te he pedido que no me hagas caso si te pido que dejes de jugar para ordenar tu cuarto. Te he pedido que juegues, que apures hasta el límite esa infancia que dentro de nada te avergonzará y que disfrutes de ella, porque nunca volverás a jugar como ahora. NUNCA volverás a ser lo que eres ahora. No, no te digo que este sea el mejor momento de tu vida. Pero cuando tengas catorce años no podrás jugar. No así. Detén el tiempo por siempre en este instante dentro de tu mente. Vive aquí y ahora, no tengas prisa, saborea el último mordisco de tu infancia finita. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Delicadeza


Descansa dormida su camisa sobre la silla, con la misma elegancia serena de sus palabras dulces y suaves. 
Ahora la tendremos que buscar en otros lugares, en el gesto heredado, en los pinceles mudos, en los silencios de luz tamizada en la vieja casa del pueblo.

Siento tu tristeza hecha nudo en mi garganta, apenas un temblor, porque te intuyo valiente, tras la delicadeza de esa forma de encontrar belleza vuestra. 

Cómo se parecían nuestras reinas madres, y se han ido casi al mismo tiempo, ¿cuánto tendremos de lo que fueron ellas? 

Te acompaño, ya lo sabes. Te quiero, guapa


lunes, 18 de noviembre de 2013

Desandando nuestro camino

Sé que me leen muchas madres. Apuesto que un buen número de nosotras echamos de menos nuestras figuras preembarazos. Muchas de nosotras engordamos un número considerable de kilos que, en el mejor de los casos se esfumaron después de la lactancia y de las noches sin dormir y que en el peor, se nos quedaron enroscados en la barriga acompañándonos en forma de alegres buñuelos.

También sé con certeza que ni una sola de nosotras renunciaría a la maternidad por volver a tener el cuerpo de antes. Es más, muchas de las madres tienen cuerpos esculturales. Siguen siendo mujeres bellas, que saben vestir bien, profesionales que compaginan los viajes hacia las extraescolares de sus hijos con la compra y hacen hueco entre dos reuniones para llevarles al dentista y renuncian a ir al gimnasio para poder pagarles mejores clases de inglés. Bueno, hablo en tercera persona, pero yo soy una de ellas, no tan bella y escultural, pero mi marido sigue mirándome con lujuria de vez en cuando. 

Una de las cosas que te enseña la maternidad, como el viento que doblega con firmeza pero suave a las cañas de bambú, es a ser respetuosa. Cuando habías juzgado con severidad a aquellos padres que no sabían controlar a su prole maleducada, te encuentras con la cara colorada en la cola de un supermercado porque tu hijo quiere un chupachup, y vive Dios que no se lo piensas comprar. Respetas a aquellos que prefieren el colecho, aunque tú pienses que es peligroso para el niño, y jamás lo hayas practicado. Porque cuando tú recorriste los diezmil metros pasillo tres noches seguidas le habrías vendido tu hijo a un mercader turco. Respetas, incluso a aquellos que deciden no tener hijos porque se les estropea la figura y la libertad. 

En cambio, es una práctica que ya he visto algunas veces por parte de los ahora llamados Sinhijos, la de insultar, tratar de ofender y despreciar a aquellos que apostamos por seguir el mandado más noble de la naturaleza, que es el de continuar la especie. De hecho, es el segundo nivel, el primero, preservar la propia vida. 

Dejo aquí el enlace de alguien a quien no puedo desear más que tener que tragarse sus palabras cuando tenga sus propios hijos, si es que algún día decide reproducirse. 

Miren, no sólo es algo natural, intrínseco en la esencia de cualquier ser vivo, animal o vegetal, incluso los protozoos y las amebas existen sólo para multiplicarse. Además es el acto más noble que cualquier mujer puede realizar en toda su puñetera existencia. El colmo de la generosidad, dar su cuerpo, ceder su belleza al ser que lleva dentro. Dejar de dormir, alimentarse para que él reciba los mejores nutrientes, cambiar de talla, padecer achaques nada agradables, como hemorroides, mareos, ciática, contracciones. En el momento del parto se produce un nivel de dolor intolerable en cualquier otra situación. Y todo eso no es más que ser un animal que se reproduce. Claro, que qué vais a saber tú y tu envidia cochina, de lo que supone el amor de una madre hacia esa criatura. 

Si algo lamento especialmente de tener hijos varones es que ellos estarán privados de esa maravilla tan grande que nunca seré capaz de explicar, aunque aquí lo intenté

La herida

Y entre el mar de besos supe que quería ser nosotros, y te lo dije, y tú también querías.
Y aquel deseo se nos resistió, con la tozudez de la mano que te corrige una y otra vez la caligrafía. Y ya estaba herida.
Y cuando se hizo burbuja, hubo más besos, y luz de luna redondeando mis curvas bajo tus caricias.
Y una tímida ala de golondrina tocó por primera vez mi vientre y quedé herida por siempre. Aquella herida del alma, herida de amor, herida de madre, herida de vida.
Y el día que mi cuerpo se rompió por él, y olí por primera vez a mar y a sangre, el día que conté por primera vez sus dedos perfectos y temí por su fragilidad, sentí palpitar el dolor, el dolor de la herida.
Mis senos alimentaron sus sonrisas y mis manos acariciaban sus minutos, y entendí que ya nunca cicatrizaría, que llegarían las noches de desvelo, los dientes, el olor a galleta, los virus malditos, las zapatillas diminutas, los niños que pegan, la lluvia y la niebla.
Y mientras, volví a empezar a sentir una nueva ala de mariposa, y llegó una herida nueva, y seguía con la antigua, y las fotos, los abuelos que besan, los celos, el amor por dos, amor al cuadrado hasta el infinito y más allá, la herida sobre la herida. Y más desvelos.
Y sin cerrar del todo, llega la primera excursión con el colegio, los compañeros que les dan la espalda, la primera vez que se quedan en casa solos, se ha roto su mochila, se han quedado cortos los pantalones casi nuevos. Y sentirían la ilusión inmensa de ver nacer gatitos, y el primer rosal pinchará su dedos por querer hacerme otro regalo y, a cada paso, un escozor en la herida.
Y lloraré con su dolor cuando les llegue el mal de amor y una  puñetera les rompa el corazón, y moriré de orgullo cuando les gradúe la vida para ser importantes para alguien, y sufriré cuando el trabajo les preocupe, cuando les acompañe en su dolor de barriga junto a un altar.
Y mi herida se hará infinita cuando ellos sean padres y les haga la primera fotografía con un retoño que ya no se parecerá tanto a nosotros, y besaré a la madre de esa criatura y le contaré que estará herida para siempre, y sabré que no podrá volver a dormir tranquila. Y me veré en la vejez de mi abuela, que siendo anciana, sigue herida por la herida de mi madre y ella, por mi vida.




miércoles, 13 de noviembre de 2013

Antropometría

Una parte importante de mi actividad laboral consiste en realizar reconocimientos médicos. Es un trabajo que no me gusta. Nada. Lo realizo de forma muy profesional, con la mejor atención hacia la persona que tengo delante, porque entiendo que, para ella, ese es un día importante. Pero cuando has tomado doce tensiones y has medido todo lo medible, y escuchado doscientas veces en un mes la misma línea del optotipo C N F M O H Z T R, terminas por detestar tu trabajo.


(He tenido que eliminar la imagen porque me llegaban comentarios spam sobre productos para perder peso!)

Dentro de esa rutina tan organizada (analítica, tensión, peso y talla, espirometría, audiometría, control visión y electrocardiograma si procede) suelo practicar un juego que consiste en calcular la edad de la persona que tengo delante de mis ojos. Me equivoco mucho. En lo que no fallo demasiado es en el cálculo del peso. Antes de que suban a la báscula pongo la pesa en el valor que creo que les corresponde, y suelo tener buen tino. Lo sé es un juego absurdo, pero me ayuda a mantener mi cabeza entretenida. Esto no se parece a la enfermería que a mí me gustaría practicar. 

Sé que en éstos tiempos es una temeridad querer introducir cambios en ejercicios tan rutinarios como la antropometría a la que me estoy refiriendo. Pero si me dejaran decidir a mí, valoraría el estado físico de los trabajadores desde otros criterios menos objetivables, por ejemplo, un cuestionario emocional.

Me explico. A menudo, al terminar de tomarle la tensión a alguien e infomarle de que se encuentra dentro de los límites normales, me pregunta "¿Pero está descompensada, no?". Otros, en cambio, tratan de quitarle importancia a algún problema real de salud porque no pueden permitirse el lujo de estar enfermos y no trabajar. Siempre son los mismos los que llegan tarde a la cita, te cambian cincuenta veces la hora o, simplemente no acuden. Los mismos, siempre, los que se disculpan por no haber podido venir recién duchados, y siempre, los mismos, los que llevan la camisa sucia desde hace, al menos tres días. 

Sólo si pudiésemos escuchar cinco o diez minutos lo que nos dicen sus palabras, el lenguaje no verbal, nos daríamos cuenta de cómo se encuentra en realidad la persona que tenemos delante y cual es su verdadero estado de salud. Claro, que eso no cambiaría la realidad de su cuerpo.

O sí.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Aquello que no queremos ni imaginar

Descubro Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett (Alfaguara, 2013) a través de en un blog.


Dicen que si uno habla de un sueño es difícil que éste pueda realizarse. Pues de esa forma infantil quise conjurar a la suerte: leí ese libro como si el mero hecho de haberme puesto en la piel de una madre que narra la muerte de un hijo pudiera crearme un escudo que me protegiera de semejante atrocidad.

De eso trata, de lo que no podemos siquiera nombrar: la enfermedad mental de un hijo que le conduce al suicidio. Yo, que me siento incapaz siquiera de imaginar a un conocido en una situación parecida, admiro la forma serena en que ésta madre es capaz de analizar, de tratar de comprender la piel de ese hijo que se le escabulle de entre los dedos, de resignarse ante lo inevitable. Sólo alguien que ha vivido una experiencia así puede explicarla. Sólo los padres sabemos el dolor que produce el dolor vivido por nuestros hijos, así que podríamos pensar en Lo que no tiene nombre como en un libro dramático y terrible. Lejos de eso, es un libro que debería ser de cabecera para darnos un baño de humanidad.

Por último, añadir que a la grandeza del sentido de sus palabras se añade la belleza y la sencillez con que las dice.


No voy a pronunciar ese nombre, dice el enfermo, porque van a huir de mí, porque me abandonarán, porque me recluirán, porque no me amarán ni se casarán conmigo. Porque me mirarán con miedo.
No voy a pronunciar ese nombre, dice el padre, dice la madre, porque no puede ser, no puede ser, no puede ser.

Me llama también la atención cómo se vive la muerte desde la ausencia de una dimensión religiosa. De cómo se renuncia a saber el paradero de los restos mortales del hijo. Cómo contrasta nuestro ritual funerario con el americano. 

Siguiendo una vieja costumbre norteamericana, los amigos de Renata han traído comida hecha por ellos en sus casas. Llegan hasta la puerta, discretamente, y se retiran de inmediato, para no perturbar la intimidad familiar. La nevera se va llenando de platos: hay tacos, comida hindú, pasta. Velan con esta ofrenda por nuestra supervivencia, para que las tareas domésticas no agobien más nuestros cuerpos, apaleados ya por la tristeza. Y de pronto nos vemos paladeando un helado de chocolate, elogiando una salsa, un pan tierno, un pescado. Estamos vivos. 

Muchas son las razones por la que creo que puedo recomendaros este libro, pero mis palabras aquí quedan pequeñas. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

Retratos de noviembre

Estos días leía que, hasta hace no tanto tiempo, era bastante habitual hacer fotos a los difuntos. Para algunos de ellos, tal vez, el único testimonio gráfico de su agotada existencia. Bien, tentada he estado de colgar en este blog la foto de mi fallecido bisabuelo en el ataúd, junto a su mujer, con su luto envolviendo su cabello de plata en un pañuelo negro. 

Se acabó de nuevo el tiempo de los muertos. Regresan los cementerios a la tranquilidad que les es característica, sólo rota por los nuevos llegados a ese lugar, que se irán presentando con la realidad de la finitud humana bajo el brazo. Andan a todo gas recogiendo las últimas calabazas para enchufarnos a Santa Claus a tutiplén. En las lápidas permanecerán las flores marchitándose hasta la próxima visita al camposanto, y los retratos detenidos para siempre de aquellos que se fueron. Las fotografías no son más que los fotogramas de la película de nuestras vidas, así que, cuando veo las fotos de los que murieron demasiado jóvenes les imagino cambiando esa imagen detenida por una película, siendo adolescentes, y maridos y madres. 


Vuelvo a casa a abrazarme a la cotidianidad del día a día y sigo agradeciendo que el calendario nos obligue a fijarnos, al menos una vez al año, en que somos efímeros. 


lunes, 28 de octubre de 2013

La pregunta que te he hecho



Me hace ilusión que hayas empezado esa relación. Te mereces sentirte amada, después de todo lo que te pasó. Nunca me libraré de esa sensación de angustia por no haberme enterado de lo que te pasó cuando aquel inmaduro te dejó de aquella forma. En fin. No, no puedo cambiar el pasado, y me guardaré mucho de interferir en tu futuro. Así que me gusta saber cómo te vas abriendo a él, me emociona ver cómo te libras de esas barreras de gata escaldada. Bien, lo haces muy bien. Has logrado alguien que te quiere y respeta, que quiere y comprende a tu hija, que es bueno para ambas.

Así que observo con avidez el nacimiento de vuestra historia, desde la comodidad y la rutina y toda mi experiencia de 22 años de monotonía, y te hago la pregunta que a estas alturas me parece básica: ¿te llena?

Y has dicho que sí.

Y yo he medido el tiempo que tus ojos han tardado en encontrar la respuesta.

Volveré a preguntarte. Esta vez no pienso fallarte.

domingo, 27 de octubre de 2013

Escuchando a la voz interior

Parlanchina está, últimamente, la señora voz.
Me levanto antes que los demás para poder estar en silencio y escuchar la cadencia monótona de mi yo pidiendo cambios. ¿Pero no te asustaban los cambios? Mucho. Pero las cosas han dejado de gustarte como están, y los cuarenta recién estrenados te recuerdan que ahora sigues teniendo energía y posibilidades, que ellos te necesitan de otra forma, que...
Se oye movimiento en el piso de arriba, una puerta abierta, pasitos crujiendo sobre la escalera. Te he escuchado. Luego hablamos.

martes, 22 de octubre de 2013

Recuerdos de esta semana

De forma inevitable asociamos las imágenes que han quedado atrapadas en nuestras cámaras de fotos con las cosas que nos han pasado cuando las hemos visto. A mí me pasa también con la música que escucho en la radio, cuando la oigo tiempo después me recuerda a aquello que sentí cuando la ponían a todas horas en la emisora de turno.

Esta semana (siento no poder actualizar el blog más a menudo) la guardaré asociada al libro infumable que me acabo de leer. Me pasa por terca, me dijo el señor librero de la estación de tren que ese no era tan bueno como aquel otro (que ya no recuerdo, pero me pareció demasiado triste). En fin, la peor novela romántica (¡¡¡ni siquiera me di cuenta que era una novela romántica hasta que la empecé a leer dos días después de comprarla!!!) que jamás haya leído. Mal escrita, con incoherencias, con escenas de sexo innecesarias. Me indignó que a esa cateta ignorante le publicaran un libro cuando hay gente que escribe MUY bien que no tiene la posibilidad de entrar en el mercado complejo de las editoriales.

Además de la novelota, me han pasado otras cosas. Como, por ejemplo, arrebatar al trabajo el tiempo suficiente para sentarme a coser, el último diente caído, la tristeza al no poder ayudar a una amiga que sufre al otro lado del teléfono.

Una iniciativa que leí no sé dónde hablaba de hacer una foto todos los días, un reto cuya finalidad soy incapaz de recordar. Lo llevo prácticamente a rajatabla, aunque un día no me acordé de sacar fotos, y otro hice cincuenta porque salimos de viaje y los niños estaban monísimos.

Aquí os dejo algunas escenas de esa semana mía. O de los últimos diez días, o más.




miércoles, 16 de octubre de 2013

Se necesita



No sé si tiene sentido embarcarme en nuevas labores justo en estos días de mucho, muchísimo trabajo.
Ni siquiera puedo preguntármelo, ando demasiado ocupada con los desplazamientos, preparar comida todos los días, varias veces al día. Planchar los atrasos, los presentes y lavar los futuros planchados. Llenar la nevera, volver a llenar la nevera, llenar la despensa y comprar más leche (hemos decidido que mantener una vaca en el jardín no nos saldría a cuenta). Jornadas de trabajo intensas y agotadoras. Viajes de trabajo que no compensan. Madrugones día sí día también. Encargos en las horas libres. Llevar a los niños a clases de todas las tardes de la semana. Leer.

Y arañar los minutos libres que me quedan en la semana para dedicarme a lo que me hace más feliz, que es coser. Empezar una labor, terminarla. Buscar ideas, patrones, comprar telas. Y cuando no tengo algo entre manos, me siento como si me faltara el amor. Una desazón extraña recorre mis brazos hasta las puntas de los dedos y ensombrece mi humor. Es mi terapia contra la rutina y mi válvula de escape. Lo necesito, como si de una fuente de energía interior se tratara. Me resigno a no tratar de comprender por qué cuanto más trabajo tengo, más trabajo me busco.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Cuando mañana despierten

Todos los que hemos estado acompañando su dolor hemos sido muy conscientes de lo que les viene encima. Probablemente ellos también lo sospechan. Nadie quería estar en esa piel de los dos hijos que tendrán que cuidar de la madre impedida, y contarles a los niños por qué no ha ido el abuelo a recogerles al colegio. ¡Ay, los niños! Ese abuelazo que todo el día, todos los días y a todas las horas, se hacía cargo de sus nietos, los recogía, los perseguía por la plaza, les cuidaba con ternura y paciencia mientras sus padres estaban trabajando, se ha ido para siempre sin poder decir adiós.




Ni siquiera a ella, condenada al peso de su propio peso. Nada la hubiera podido preparar para despedirse para siempre de su embajador en el mundo, que la llevaba a los pocos sitios que su desbordado cuerpo toleraba.

Fumaba demasiado; como un adolescente se escondía de ella, tratando de disimular el aliento con algún caramelito. Ese gesto de pillo me ha hecho sonreír un poco. Un poco, porque el resto de esta historia se escribe con colores grises.

Mañana despertarán cayendo de bruces sobre esa realidad odiosa de su ausencia. Nosotros habremos regresado a nuestra rutina sintiendo sincera compasión por ellos, pero nadie podrá devolverles la compañía y la energía que él les daba. Tiene la vida una asombrosa capacidad de herir.

lunes, 7 de octubre de 2013

Dieta y manualidades

Le quería contar a una amiga, que necesita ocupar sus manos en una labor para evitar la tentación de fumar, que yo utilizo las manualidades para tratar de ayudar a las personas que están haciendo dieta. Mejor se lo explico desde aquí, así os lo explico también a vosotros.

Empiezo. Muchas veces Casi siempre las conductas alimentarias que nos llevan a comer demasiado tienen origen en los problemas del alma. ¿No? Os invito, a todos los que queráis perder peso, a que digáis, en menos de diez segundos, tres cosas o cuatro que son necesarias para perder peso: tic tac tic tac

Comer menos grasa
Comer menos azúcares
Hacer ejercicio físico
Comer vegetales.

Más aún, os sugiero, para drama de todos los profesionales que nos ganamos honradamente la vida, a que escojáis la dieta de 1200 o 1500 calorías que encontréis por ahí y que la hagáis, y perderéis peso.

No funciona tan fácilmente.

Lo sabemos vosotros y nosotros los dietistas. Comer tiene relación con muchísimos otros factores emocionales, culturales y sociales.

No puedo hacer aquí un resumen de muchos años de carrera profesional ni de mi experiencia, porque cada caso es incomparable con cualquier otro. Os recomiendo algunos de los libros de Pilar Senpau: Aprender a adelgazar, Cuando la vida pesa, por ejemplo, y comprenderéis mucho mejor lo que os digo.

Sí puedo explicaros las dos razones principales por las que parte del tratamiento dietéico que recomiendo es realizar labores, las que más os gusten. La primera, porque mientras se tienen las manos y la mente ocupadas, no se puede comer. Básico. La segunda, porque cuando se termina una labor se genera una gran dosis de serotonina que es el mismo neurotransmisor que se produce cuando uno termina de comer y da sensación de saciedad. Pues eso.



¿Qué tipo de labor te recomiendo? Buf, soy mala consejera, me gustan casi todas. Para empezar, labores prefabricadas, tal vez, kits que vienen completos con telas, hilos, patrones, etc. Luego, pues si te gusta el ganchillo, te aconsejo directamente el trapillo, porque en muy poquito tiempo haces grandes labores, (¡más satisfacción!), y si te vas animando, te compras una máquina de coser sencillita para probar o una mejor si eres valiente.

Con todos mis pluriempleos no renuncio a realizar labores, para mí representan una terapia psicológica que realmente me funciona. Así que muchísimos ánimos, sigue tu corazonada y ponte manos a la obra.

domingo, 6 de octubre de 2013

Tanto que contar...

Me ha vencido otra semana, y no he dicho esta boca es mía, o este blog es mío, mejor. La culpa la tiene el cachivache este que tan feliz me hace, la preciosa tablet de mis entretelas. Es casi perfecta, pero como ha sido siempre costumbre aquí colgar una foto, pero Blogger me obliga a hospedarla en Google, pues nada la casa sin barrer.
Pero de hoy no podía pasar ya, aunque se me han ido secando las ideas en el tintero. No os he contado cómo han aleteado las últimas mariposas de la boda del año en mi clan. Ni la visita de un personaje importantísimo en el castillo, ¡mi queridísima Marta de piesdescalzos! No, no he podido colgar aquella imagen que me dejó perpleja, ni cómo he tenido que luchar por contener mis lágrimas de emoción con los amaneceres que me ha regalado la semana. Ni cuánto me impactó encontrarme con ella, que tiene mis ojos de ayer.
Es tiempo de trabajo, de cosechar los últimos rayos de luz antes de hibernar en el castillo. Cuando se imponga el otoño, ese de los días sin sol y las noches eternas, tendré que buscar otra forma de dibujar aquí mis palabras, o de esforzarme en hacerme entender sin imágenes. Me sabe mal no haber dejado todas esas huellas aquí...


domingo, 29 de septiembre de 2013

El poder del amor

Han hecho algo tan grande, que ni siquiera un año de preparativos han parecido ser suficientes. Se han plantado en un altar y se han mirado a los ojos y se han dicho "Para Siempre". Siempre, porque cuando la muerte les separe, seguirán viviendo el uno en la vida del otro, en esa dimensión tan difícil de medir que es el alma. 

Bueno, seguro que algún necio se habrá fijado sólo en aquello que no salió tan bien, que, simplemente no salió a su gusto, o en lo que faltaba, ¡demonios, cuántas cosas hay que tener en cuenta cuando se quiere agradar a todo el mundo! Hay que ver qué pequeños y egocéntricos somos, que pretendemos que incluso en un día tan importante se fijen en lo que nosotros necesitamos. Y seguro que algún incrédulo habrá dicho por lo bajinis que hoy se separa todo quisqui, que soy una ingenua para decir ese Siempre con la boca tan grande.

En realidad, les aseguro que ellos llevaban muchos meses manejando con sabiduría las sensibilidades de los más delicados, escogiendo un lugar precioso, flores y colores, texturas y rincones, y esas fotos que tanto significaban (tanto que me consta que alguna ha desaparecido misteriosamente). Y con algo que no se podía negociar: tenía que ser ese vestido, ese hotel, ese menú, esa música, ese estilo. 

Ayer no pude dejar de sonreír en todo el día, porque la vi guapa, feliz y libre, como sólo el amor puede hacerte sentir. Ese amor lo creó todo ayer. 

Aquí la tradición dice que el padrino entrega el ramo a la novia, junto con un verso. Ayer me nació un Concuñado. Aquí dejo sus palabras, en las que hay mucho amor. El suyo a su hermano, que ahora también lo es mío y a mi hermana, que ahora también es suya. 

Suscribo tus palabras, desde el conocimiento que me dan quince años de matrimonio. 

Dice la tradición que el padrino entrega el ramo.
Pues aquí estoy, viendo a una mujer preciosa,
que espera las flores de mi mano.

No quiero ser obvio ni redundante
y aunque B. es un poco celoso
no me puedo callar: estas radiante.

En una hora vas a ser la mujer de mi hermano,
y junto a su compromiso, aquí tienes el mio:
primero voy a ser tu amigo y después tu cuñado.

Abandono mi renqueante verso,
ya veis que no es gran cosa,
como padrino debo velar por vuestro amor
y daros sabios consejos en prosa.

El mejor consejo es que nunca os vayáis a dormir enfadados.
Pero, seamos realistas, no siempre funciona,

Es entonces cuando hay que agarrarse a la duermevela.

Es ese breve momento del día, antes del despertar, donde la realidad no existe, o existe solo a medias y el amor se despierta antes que la ira, el odio y el rencor.

Aprovechad esos instantes para que vuestras manos se busquen y vuestros brazos se encuentren. Da igual un poco más arriba o más abajo, pero no perdáis el tiempo y daros un fuerte abrazo.

Tened paciencia, respirad hondo y pasad la vida amándoos.
Sirve básicamente para eso: la vida es amar y dar abrazos.


Y a mi hermana pequeña, la niña que cuidé como si fuera una muñeca, que lo era, y que se ha convertido en una gran mujer, sólo quiero decirle que no tiene que darme las gracias, porque para mí ha sido un auténtico placer que me dejara acompañarla en ese camino, como tantos otros que he recorrido con su manita agarrada a la mía. 



lunes, 23 de septiembre de 2013

Y sólo acaba de empezar

Ha llegado el otoño tiernamente, deshilachando una neblina suave sobre el primer amanecer que me ha emocionado este año.

Mi álbum de tesoros ha añadido muchas páginas estos días. Nada fue como esperaba, porque cuando no esperas demasiado, todo lo que te llega es una sorpresa y en las últimas 48 horas mis pupilas se han llenado de regalos. El jovencísimo padrino hecho un manojo de nervios, un collar de perlas frente a un espejo, supernenas de cuarenta, mejunjes de cocacola con azúcar y café (¿quién no ha hecho potingues en las sobremesas de su infancia?), paciencia, una tarta que era un sesenta inmenso, un abrazo de gratitud, las fotos de un viaje increible, una mantita suave, unas lágrimas de madre nueva, ¡un cordón umbilical!, una mesa para veintiocho en la que hubo sitio para nosotros, acariciar su vientre con ella dentro, los nervios para la boda ¡la cuenta atrás!, cuñados en la terraza pensando que no nos callaremos jamás, la vida implacable velando sus ojos grises, la mano firme que sujetaba su cuerpo hasta el coche, el padrazo novato con ojos de no haber dormido en una semana. Las fotos, las fotos que busqué en el álbum para ella y que me rompieron tantas veces.

Ha sido así a pesar de que parecía que todo iba a terminar mal al final de este verano...

Como decía aquel optimista personaje de El exótico hotel Marigold, si algo termina mal, es que aún no es el final.  




miércoles, 18 de septiembre de 2013

No les conocía


Yo no les conocía de nada, pero detuve mis pasos un instante cuando vi su abrazo. Quedé atrapada en su belleza. Me dio algo de pudor presenciarlo, porque era, sin duda, un momento íntimo.

Rondarían los cincuenta, los dos. Se les notaba que eran pareja desde toda la vida porque se parecían ligeramente, como lo hacen los matrimonios gastados. Ambos bajitos, de cuerpos anchos sin ser gordos, pelo corto, ropa sencilla. Gente de apariencia humilde, probablemente golpeada por la maldita innombrable. O no. Más bien era consuelo por algo, una mala noticia, quién sabe, un mal diagnóstico.

Ella descargaba todo su  peso interior sobre su hombro. Él, un hombre de los que aprendieron que llorar era de nenas, pero que en ese momento, en ese abrazo, era presencia. Lo era todo para ella. Se balanceaban suavemente en su consuelo mutuo. No se decían nada, no era necesario.

martes, 17 de septiembre de 2013

El principio de una gran amistad


No siempre pasa de la misma forma. A veces uno encuentra a su mejor amigo en la escuela, otras en la universidad, a veces en una cafetería. O en el club de jubilados. O aquí, en este submundo dentro del Orden Mundial.

A menudo son las aficiones comunes. A veces, el carácter. Otras, el roce ese que acaba haciendo cariño.

Vosotros sois primos, así que os conocéis sin saberlo desde antes de ser proyecto. Durante los primeros años de vuestra existencia os ignorasteis el uno al otro, como si no pudieseis veros. Lo sumo, entrabais en conflicto por el mismo juguete. Procuré no interferir demasiado en vuestras cuitas y traté de convencer a la madre contratante de la segunda parte de que hiciera lo propio.

Y así, en ese tira y afloja en el que habéis encontrado el placer en el juego en común, pusisteis ayer este bonito broche al verano...


Me siento orgullosa de vosotros.

Y por lo que más queráis ¡¡¡estaros quietos!!!

lunes, 16 de septiembre de 2013

Nada va a cambiar aquí

Dedicado al 

Sabes que creo? que te podrías haber quedado allí...
Con el blog vives la vida que nunca has vivido ni vivirás, no recuerdas que hay gente que te conoce y conoce tu historia?
Qué pretendes con tus libros? Limpiar tú concienca?
Mucho cuidar a la abuelita, tú recuerdas que tienes una madre?
Y en el segundo libro que intentas explicar lo excluida que siempre has estado tú, sin amigos...
Vaya por Dios...me das mucha pena, siempre me la diste


Por un momento casi me devuelves a aquel lugar en el que fui una niña insegura y llena de miedos. Casi, casi, me haces daño.

Cuando dejé de ser anónima por la publicación de mis libros, me planteé dejar de escribir y así lo dije aquí en numerosas ocasiones. 
Pero enseguida me di cuenta de que no podría desprenderme de este lugar, el único, salvo mi propio hogar en el que soy libre para decir lo que pienso.

Si no te gustaba entonces, y crees que en éste lugar yo no soy yo misma sino que finjo ser algo que no soy, jamás podré gustarte. Ésta Ana Bergua soy yo. No se puede interpretar un papel durante tres años y medio. Soy así. Soy una buena persona, aunque a ti no te guste. Nunca aquí se ha pronunciado el nombre de nadie para ofenderle, aunque se ha mencionado de forma que esas personas que a mí me han causado dolor pueden saber que se está hablando de ellas si ellas quieren darse cuenta. Y con las que aquí son alabadas, lo mismo.

Te has querido burlar de mí, No soy mejor persona por haber escrito un libro en el que se habla de los besitos a una abuela (que por cierto, no era la mía) o porque he manifestado en numerosas ocasiones el amor a mis abuelos. Cierto, sólo hablo del amor hacia ellos, hacia mis hijos o hacia mi marido. Y eso no significa que no quiera y mucho, al resto de las personas de mi familia.

Seguramente no soy la hija ejemplar, ni la mejor hermana del mundo, ni la mejor sobrina ni la mejor nieta, ni la mejor madre, ni la mejor esposa, ni la mejor amiga. Pero, desde mi experiencia vivida y desde mi circunstancia personal y desde mi punto de vista intransferible, hago lo mejor que puedo con todo el mundo, porque necesito dormir tranquila.

Respecto a los amigos que tenía en la infancia y en la adolescencia, pues mireusted, con resultado desigual y variable. Pero siempre me sentí querida, así que si tuve problemas con alguno me harté de llorarles, porque sentí su pérdida que dejó en mí una gran sensación de soledad. Y no, no fue esa soledad la que me llevó a escribir el Magdalenas con problemas. Si conocieras bien a mi hijo que es muy introvertido, comprenderías que lo escribí para ayudarle a confiar en alguna persona mayor si alguna vez tuviera problemas.

Hasta los veinticinco años creí que no tenía razones para creer que podía ser querida tal como soy. Nunca fui ni la más guapa, ni la más lista, ni la más buena (es que si tienes boca resulta que tienes mal carácter). Hoy has dado un buen mazazo a mi autoestima... Pero ahora ya he aprendido a quererme, no voy a dejar que una persona cobarde -porque lo ha hecho de forma anónima- y sin escrúpulos me devuelva a aquel lugar en el que yo era frágil y vulnerable. Y si no te gusto a ti, o a quien sea, o si no os gusta mi manera de ser o mis ideas, no me leáis, no me sigáis. Olvidadme.

Yo nunca dejaré de respetaros, pero no dejaré que me volváis a hacer daño.

La puerta de este blog es muy grande, para que puedas salir con la misma facilidad que has entrado si no eres feliz aquí. Gracias por haberme recordado quién soy y de dónde vengo. Y, sobre todo, hacia adonde quiero ir.


sábado, 14 de septiembre de 2013

Penúltima adicción

Había visto algunas imágenes de labores preciosas hechas con trapillo. El trapillo es una hebra de grosor variable que está formada por tejido de punto, tipo de camiseta (T-shirt yarn). 

En fin, yo tengo una gran facilidad para volverme adicta a casi todo, menos mal que jamás probé las drogas...


Lo mejor del trapillo, mucho, la verdad. Se realiza muy deprisa, por ejemplo, esta alfombra la hice en menos de dos horas.


Para hacer trapillo sirven los patrones del ganchillo tradicional, que, con imaginación, se transforma en algo original y bonito:



Y me encanta...


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Desde el exilio

Hoy he pasado el día en Zaragoza, la ciudad que tiene la mitad inexacta de mi corazón. Allí está mucha de la gente que necesito para respirar y, a pesar de mis dudas respecto de lo que siento por ella, siempre me recibe con esa hospitalidad incomparable de los aragoneses.

Hoy no necesitaba renovar mi armario, ni habíamos hecho grandes planes, pero me he encontrado con los regalos inesperados de unas nuevas gafas y el regazo de mi padre. en él, mis hijos se sienten respetados e importantes y yo vuelvo a la adolescencia en la que él me compraba perfumes y otros enseres que terminaron por desterrar al patito feo y destaparon a la Princesa que no sabía que había dentro de mí.

Hemos hablado mucho en el trayecto. De por qué nosotros, que somos catalanes, no queremos no ser españoles. De por qué la fecha de hoy, que conmemora la derrota en la guerra de Sucesión, en la que no se quitó ninguna independencia a nadie sino que se determinó que el rey de España no iba a ser un Austria sino un Borbón. De por qué nuestra bandera es la Senyera y no la estelada y que amamos también la rojigualda, pero que no somos libres para ponerla en nuestra casa porque nos dan miedo posibles represalias.

Hemos hablado de qué es la libertad para elegir y de la obligación de aceptar después las consecuencias, esas que a veces se disfrazan de Bien, pero que esconden el mal y viceversa.

Del significado de Democracia y de la Dictadura.

De cómo nos preocupa que se haga una lista con lo que algunos consideran "buenos catalanes", a saber, numérense los que vayan a la cadena catalana, y de cómo se parece eso a las estrellas de David que se pintaban en los escaparates de los judíos en la Alemania nazi.

Y les he enseñado a callar. Les he pedido que se muerdan la lengua cuando su maestra les hable de la corona catalano-aragonesa, que ellos ya saben que el Rey de la Corona de Aragón, y del Comptat de Barcelona, entre otros, era Fernando el Católico pero que tienen que aprenderse de memoria lo que su maestra les diga y mentir en el examen.

Hoy me he llevado a mi familia al exilio. No, no me siento libre. Ni siquiera me siento segura escribiendo estas palabras en mi blog.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Regresando a ti


Historia de un adiós, primera parte.

A lo mejor no me comprenderías si te dijera que yo necesito verte todas las semanas, aunque apenas levantes la cabeza y te aísles en ese lugar de tu memoria que habitas y que a los demás nos parece olvido. 

Sigo sintiendo por ti ese respeto grave que los niños de antes teníamos hacia nuestros abuelos, aunque tú ya no seas dueño de tu cuerpo. En cuanto te veo, abandono la realidad, huyo de canas disimuladas, de marido y niños, de trabajos y cocinas, y de todas esas cosas que me convierten en adulta. Y entonces, monto en mi triciclo, agarro firmemente las empuñaduras de plástico y pedaleo con fuerza alrededor del cedro que plantaste en el centro de tu patio, desandando la espiral del tiempo para regresar a la protección segura de tu regazo. Allí nada malo sucede, porqué tú haces que los problemas desaparezcan. Donde los demás ven un hombre serio y de mal carácter, mi sonrisa incombustible encuentra amor y comprensión. Cuando el miedo me paraliza, sólo entonces, levantas la voz: "¡No hagáis llorar a la nena!", y yo me refugio entre tus brazos. 

Como si acabáramos de cenar, en esta noche de verano, aspiro con deleite los aromas que desprende tu casa, a pan tostado, a tu loción Floïd Blue, a hogar. Parpadea en la oscuridad la televisión que no miramos, mientras se revuelven cantarinas las fichas de dominó sobre la mesa en la terraza, y memorizo para siempre la lección que me dictas: Tengas menos, tengas más, la salida taparás.
Y como mis sueños son míos, hago que ella vuelva, con sus protestas pacientes y estériles, con sus manitas enjoyadas tintineando mientras recoge las migas que hemos dejado. Me miras, meneando la cabeza y vuelves a conjurar que quisieras verme con 18 años...

Me mandas al garaje a buscar bebida y vuelvo a quedarme enganchada en las redes que cuelgan secándose en la noche serena. Mañana volverás al río a pescar con tu barquita y tu amigo. Me desenredas con una carcajada limpia que me nubla un poco los ojos y me devuelve a la realidad severa.

Llevas las gafas sucias, abuelo. Déjame que te las limpie, que si nos viera la abuela nos regañaría. Y con la mano me haces un gesto para que deje de nombrarla, porqué a lo mejor tapando esa salida consigues que no sea verdad que ella se ha ido para siempre. Y yo te dejo que así lo pienses, y engaño un poquito más al tiempo. Ya doblé los dieciocho, hoy cumplo cuarenta años. 
¿Está mal que no quiera que te vayas, aunque ya no seas lo que eras? No quiero decirte adiós, abuelo.

martes, 27 de agosto de 2013

De repaso...



Me ha parecido, como siempre, que he desaprovechado el tiempo, que podría haber hecho más. Y el verano se está acabando. A la vuelta de la esquina, a pesar de que me quedan algunos días de vacaciones, están los horarios estrictos y las prisas, las carreras hacia las clases de piano y la olla de caldo paciente en la cocina.

Buscaba una foto de este verano y me he visto en ellas disfrutando de todo lo que he hecho, y he comprendido que es mucho. "La vida es lo que pasa mientras uno espera que llegue algo interesante", me he estado repitiendo con convicción.

Lo verdaderamente importante se ha gestado en las horas muertas de tele y cromos de fútbol, en las tertulias de piscina y en los kilómetros hasta la playa, en la dedicación que todos hemos tenido hacia todos, vosotros aguardando con paciencia a que volviésemos del trabajo y nosotros haciendo la vista gorda cuando todo quedaba patas arriba después de un juego estupendo. 

Conjuro al Dueño de los Tiempos para que nos permita seguir disfrutando al máximo de las dos semanas que nos quedan para estar juntos y estirar hasta el límite la alegría del verano y de vuestra infancia.
 

jueves, 22 de agosto de 2013

Arquitectura efímera


Me has pedido que fotografíe tu construcción para poder tener un recuerdo de ella antes de desmontarla para tener tu habitación ordenada. En realidad, forma parte de tu proceso de aceptación ante las adversidades, de tu asertividad.
No deja de ser un pragmatismo radical: ya que no voy a poder evitar lo que no quiero, busco la forma de adaptarme a ello. 
No siempre somos los padres quienes enseñamos a los hijos, tengo mucho que aprender de ti. Así que atrapo en mis retinas los últimos coleteos de tu infancia, para que me consuelen cuando ésta se desvanezca. Quedas pues, niño, en mi recuerdo por siempre, en forma de arquitecto de estación de tren de madera.


miércoles, 21 de agosto de 2013

Espectadora

Nada más deseable cuando una se entrega durante más de dos horas (137minutos) a una película que sentir emoción al verla.



Ayer vi Criadas y señoras. Debo confesar que la escogí porque me sentí atraída por el ambiente de los 60, con sus fantásticos vestidos, los peinados divinos, el ambiente del Mississipi espléndido que destilaba.

Pero esta película es mucho más una estética cuidada. A pesar de algunos errores y de ciertas carencias que le impiden ser una grandísima película, es muy interesante. Una joven universitaria trata de escribir un libro acerca del punto de vista de las criadas de raza negra, descendientes de aquellos pobres esclavos que tanto sufrieron en América. Este planteamiento, de por sí, supone quebrantar muchas leyes de su Estado, así que de forma clandestina y con grandes dificultades para conseguir que las criadas quisieran hablar, se reúne con dos de ellas para trazar una historia que destripa algunas de las mezquindades de las señoras del entorno al que ella pertenece.

Me cautivó la fragilidad de alguno de los personajes y la fortaleza de otros. El vacío que el ser humano es capaz de alcanzar y la grandeza con que otros seres humanos llenan ese vacío.

Una buena historia, sin duda. Me emocionó, me arañó el corazón, me parecieron interesantísimos todos los personajes secundarios, más incluso que los principales, y la gran interpretación de todas esas mujeres me reconcilió con el cine de siempre.

lunes, 19 de agosto de 2013

El tiempo, el vuelo y yo.


Llevas toda la vida oyendo decir a los mayores de tu mundo que el tiempo pasará aún más deprisa de lo que te está pasando ahora. Es como una amenaza siciliana: "Uff, ya verás ya". Para hacerse pipí encima, oiga.

Llegas al verano asfixiada de calor, pero no guardas siquiera las prendas de manga larga, proque sabes que a partir del 15 de agosto las noches son más frescas y oscurece mucho antes. Y el curso, por caer, y de allí a la Navidad, nada, que ni te das cuenta. De hecho, me reía yo el año pasado, en esas fiestas cuando alguien dijo: "Dentro de nada volverá a ser verano" y un cenizo, por lo bajinis añadió: "... y dentro de nada volverá a ser Navidad". No jorobes, hombre, pensé, un año tampoco pasa tan deprisa. ¿No? ¡Ja!

Nada, que me pilla el toro este verano. Recién empecé a guardar los libros del curso pasado y ya me toca correr a pensar en el próximo. Mi bebé terminará la Primaria este curso y mi segundo bebé ya se sabe la del 9. Yo cumplo... mmm... ellos saben que tienen que decir 30, mamá tiene 29 años y cumple 30. Y este blog, con ésta, cumple 700 entradas, y está a punto de recibir su comentario número 10.000. Quién me lo iba a decir. Gracias por acompañarme durante este vuelo.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Adiós, Reina.


La enfermedad maldita dejó tu cajón de imprenta inacabado. Y aún así, mira cuánta belleza atesora en cada una de las ventanitas que sí terminaste. Trabajabas con delicadeza, a pesar de encontrarte mal muchas veces. Eres Diamante, lo sigues siendo, porque no creo que por que tu cuerpo haya perdido la guerra contra el cáncer tu alma haya dejado de existir.
Espero que te reencuentres en el cielo con esa abuela cosedora y juntas terminéis el proyecto de esa vida tuya segada de forma tan prematura.
Adiós, querida Montse.

martes, 13 de agosto de 2013

El verano raro

Nada está resultando ser como yo esperaba. No es ni siquiera peor, es diferente.

En realidad, tampoco está tan mal, cuando miro hacia atrás y veo lo que he hecho, y mi casa se llena de personas y de labores, de gatitos y de nuevos rincones. Lo que me extraña es esa sensación tan rara, ese sabor de boca de haber probado algo nuevo.

Y esa nueva adicción...


Inútil lamentarse, resistirse o protestar. 


Y si viene negra tempestad
reír, y remar, y cantar.
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Por favor,

Si algo de lo que expongo aquí te molesta, te pertenece, o habla de ti y quieres que lo borre, tan solo tienes que pedírmelo. Nunca quise ofenderte, ni plagiarte, ni molestarte...
Este es un espacio de libertad y, sobre todo, de respeto.