Se ha detenido el tiempo en tus pupilas grises. Tus manos envuelven paquetes imaginarios mientras tu mente se transporta a la casa de la carretera, que tú identificas como tu casa, aunque hace ya 40 años que no vives en ella.
Y cuando me miras, me vuelves a decir "Eres tan guapa...". Aunque yo intuyo que me ves como a la niña de perfil perfecto que un día fui. "Tienes que hacerte un retrato de perfil", me decías antes de que mis huesos crecieran y mi mirada se hiciera mayor. No lo hice, nunca habría podido verme con el amor con que tú me miras.
He llorado hoy tu muerte, aunque sigues viva. Pero la persona que tú eras, se ha ido a ese lugar seguro de su infancia, allí donde estuvo protegida por el calor de sus padres. La casa de la carretera, aquella que vio nacer a tus hijos. Aquella en la que dijiste adiós a tus padres, el lugar en que fuiste más feliz.
Te he llorado, te estoy llorando, porque te echo de menos. Porque aunque Dios te me está arrebatando a poquitos, para que me acostumbre a no tenerte, yo seguiré necesitando del soplo de cariño que hace que me veas la más bonita, necesito poder acurrucarme en tu regazo y darte la mano, y decirte que tú si que eres guapa.
Ojalá pudieras aguantar con tu mente lúcida un mes más, para que puedas ver el conjunto que me he comprado para la fiesta grande de mi hijo. Porque sé que te gustará. Te prometo que seguiré vistiendo siempre como para agradarte, por si me vieras cuando ya no estés.
"¡Cómo extraño su sazón, el olor de su cocina, sus pláticas mientras preparaba la comida, sus tortas de Navidad! Yo no sé por qué nunca me han quedado como a ella y tampoco sé por qué derramo tantas lágrimas cuando las preparo, tal vez porque soy igual de sensible a la cebolla que Tita mi tía abuela, quien seguirá viviendo mientras haya alguien que cocine sus recetas." Texto extraído de la novela Como agua para chocolate y fotograma de la película que inspiró.