Nochebuena en el castillo. En la mesa, una vela encendida por cada uno de los que echamos de menos anoche, muchas luces prendidas entre nosotros. Una por ti, querida hermana de vida. Estoy segura de que al final lograste mantener el tipo viendo la ilusión en los ojitos brillantes de tus niños, aunque te retiraras un momento a ahogar una lágrima cuando ellos no podían verte.
Quién sabe si será el último año en que mi pequeño guisante (ya no tan pequeño) crea en la Magia, o el primero en que tu hijo abra ya los regalos sabiendo de quién vienen.
Ayer, mi otro niño, el príncipe, se nos hizo grande, probó el ponche por primera vez, comprendió por qué a los mayores a veces nos nubla la mirada en estas fechas.
Y al final, todo fue sorprendentemente sencillo. Ellos disfrutaron, a nosotras se nos hizo corto. Cuando apagué la luz de la cocina, con todo recogido, pensé que mereció la pena, que el nacimiento del Niño Dios genera una fuerza especial, una Luz. Tal vez la suma de muchas velas encendidas en muchas mesas, como,la tuya y la mía. Un beso, hermana. Feliz Navidad, Blanche.