Ha soportado muy bien el paso del tiempo la película de Kevin Costner, sobre Robin Hood. Lo vi en el brillo de vuestras miradas, ¡cómo aplaudísteis el primer beso!, cuántas carcajadas con el fraile beodo.
Diría que valió la pena el poquito de miedo que descubrí en vuestras manos aferradas al cojín.
Y esa imagen, que hace más de veinte años fue espectacular, volvió a levantarnos a todos del sofá.
Y lo que representó ese mito del devolver a los pobres la dignidad arrebatada, hoy, en tiempos de estos nuevos nobles indignos de ser llamados así, de esa élite que son los políticos, que viven como reyes a costa del sacrificio de todos los demás.
Pensaba hoy en esa película y los valores que quiero que aprendáis de ella, como el trato de Robin al viejo Duncan, la delicadeza con la que le aparta del peligro, el amor, la fidelidad, el valor, la capacidad de liderazgo, el esfuerzo y el trabajo.
En fin, dentro de nada llega la mamarrachada de la fiesta esa americana que tanto dinero genera. Yo, como siempre, a lo mío, a recordar a nuestros difuntos, a rendirles el homenaje que merecen y enseñaros a respetar la vida porque tiene ese fin inevitable de la muerte.