© de la imagen La meva maleta

martes, 25 de marzo de 2014

De energía


Me sorprendes por la enorme fragilidad que encierra ese verbo rápido y elegante en el que te envuelves. Sin embargo, a pesar de tu admirable capacidad de autogestionar tu vida, tu forma de contactar con los demás, tu magnetismo, tu poder, llega él y te rompe en mil pedazos de un soplido.

Te quebranta, y no te das cuenta, porque se introduce en las más diminutas fisuras de tu alma y, como agua que se hiela, rompe la piedra más dura. Porque no te dice que no te quiere, sino lo contrario. Con esa suavidad logra llegar a lo más profundo de tu ser; y allí siembra su indiferencia y te fractura, de la forma más dolorosa y terrible.

Por eso te insisto tanto en que interpongas una distancia entre vosotros, para que no pueda herirte más. Así, rota, no puedes ver con claridad. Si cruzaras a este lado, lo verías nítido y cristalino.

Parece una simple cuestión de energía. Bien sabes que la energía no se crea de la nada. Digamos que tu fuente de energía sería esa fractura del alma que él te ha causado ya –dices que sin querer, y yo te creo-. Al principio no era más que dolor, tristeza, un sufrimiento profundo e inconsolable que te bloqueaba. Ahora esa energía es rabia, fuerza incontrolada que, lejos de servir para nada, te desgasta y te deja el corazón en carne viva, que, sin querer, hiere al pobre que pasa por allí (un hijo, un buen amigo).

¿Imaginas poder transformar toda esa energía en luz, en movimiento, en impulso? Tal vez en lugar de quedarte firme, de pie, esperando a que él vuelva o cambie –y no cambiará porque no admite ser el problema- deberías dejar que la energía fluya a través de ti y se transforme. Debes hacerte porosa a aquellos que de verdad quieren, queremos lo mejor para ti; relájate y disfruta del vaivén suave, como quien se mece en un columpio. Ninguna sensación se puede comparar a la brisa que se enreda en el pelo cuando vuelas impulsado por alguien que sólo quiere verte feliz. Venga, sube, ahora doy yo.



Foto de aquí

viernes, 21 de marzo de 2014

Supongo que me comprenderéis

No paso tan a menudo por el blog, es cierto. No tengo más trabajo (aunque no me aburro, a decir verdad), ni menos cosas que contar. 
Pero mis hijos se hacen mayores y, más que nunca, aquello que les pasa, que dicen, que hacen, pertenece al ámbito de su intimidad, y ya no quiero contarlo aquí. Porque recuerdo cómo me sentía yo cuando mi madre contaba -cuenta- cosas de mi vida; creo que ha llegado el momento de interiorizar lo que ellos son y aprender, y volver a crecer un poco más como persona.

Podría volver a escribir a diario y hacer una entrada "de charla de ascensor" que si el tiempo, que si la crisis, pero eso es tan socorrido como vacío. 

O contaros lo último que he leído (La verdad sobre el caso Harry Quebert) o lo que estoy leyendo ahora (Romeo y Julieta).

O explicaros que por fin aprendí a hacer punto, y que también eso me hace feliz.

Quisiera poder decir sobre qué estoy trabajando, pero es más de lo mismo, ando poniendo velas para que se haga la luz y por fin todo mi esfuerzo fructifique, aunque estoy a nada de terminar perdiendo la esperanza. Yo, que soy incombustible. 

Y la realidad de mis mayores es que el paso del tiempo es implacable, no quiero hablar de ese camino, que se me anuda en la garganta. 

Espero, pues, que me perdonéis los silencios. Me encanta comprobar cómo, a pesar de todo, seguís viniendo a esta casa. Dejo a todo el personal de castillo a vuestro servicio para que sigáis encontrándoos aquí como en vuestro propio hogar. 

Yo sigo, aprendiendo. 




lunes, 10 de marzo de 2014

Como nunca antes



Como nunca antes me dedico a la nada. A ver series de televisión, a leer, con calma, antes de acostarme, a escribir, a pensar. A escuchar el silencio, a tomar el sol encerrada en mi habitación, a pasear por el jardín, a observarles, a fotografiar atardeceres y bancos bajo el sauce. Ando a caballo entre rendirme ante la evidencia de que no puedo llegar más arriba, de que ya toqué el techo, y seguir luchando por conseguir seguir subiendo.
Mientras, la primavera anticipada me envuelve entre flores y palabras. Y yo, sigo soñando que tanto esfuerzo mereció la pena. 

martes, 4 de marzo de 2014

domingo, 2 de marzo de 2014

Pasos firmes



Así de feliz estabas cuando diste tus primeros pasos. Estabas feliz porque eras libre, porque tú ya podías caminar solo. 

Hoy hemos visto la escuela a la que vas a ir a cursar la secundaria. Vas a cambiar de compañeros, de maestros, de estilo de estudio, incluso de ciudad. Vas a tomar todos los días el transporte hacia tu destino, tendrás que afrontar la soledad, exámenes, planes de estudios que van más allá, comerás fuera de casa, abandonando el privilegio de comer todos los días con tu familia del que has disfrutado doce años.

Escuchábamos a tus nuevos profesores, y tú estabas muy contento, porque vas a dar tus primeros pasos en tu vida. Todo te ha gustado mucho, un montón de promesas por estrenar, tanto que aprender, tanta vida por delante. 


Yo te miro y me siento feliz y aliviada. Ya, ya sé que te espera una lucha titánica, pero yo sé que tú serás valiente, mi niño. Sigues teniendo la mirada de la luna en el negro oscuro de tus ojos, a pesar del vértigo de mirar hacia abajo desde el nido. 

Venga, que sabrás volar, lo sé. Sólo tienes que recordar quién eres. 
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