© de la imagen La meva maleta

martes, 29 de abril de 2014

De amores y suertes

A veces pienso que tuve suerte de encontrarte en mi camino. Y te lo digo, y me miras desde el otro lado de tu muralla sin agujeros y me dices que es verdad, que tuvimos suerte los dos. Y yo sé que yo tengo más suerte, que yo sin ti...
Y entonces entro al lugar ese tan secreto de tu coraza, donde estás desnudo y sin huesos, y nos hacemos un ovillo como dos gatitos recién nacidos, y pienso que los dos, los dos tuvimos suerte. 

Alguien se preguntaba, en qué nos basamos para elegir al padre de nuestros hijos. 
Yo te encontré con la adolescencia a medio construir, la mía y la tuya. Recuerdo cuánto me resistía a aquello que me empujaba a no poder no amarte. No quería saber con tanta certeza que tú eras mi yo. Pero era una verdad que echaba raíces sobre mis pies en ti. Y me resigné a ese amor inevitable porque, sencillamente, era perfecto.

Si tú eras todo aquello que me faltaba, sólo podríamos crecer hacia otros, hacia esos hijos que tendíamos que tener. Y cuando los niños no llegaban, o llegaban y se iban, y cuando llegaron y por fin se quedaron para siempre, nunca dudé de que nadie podría ser el padre de mis hijos si no eras tú. 

Así que tengo la respuesta a la pregunta: te elegí como padre de mis hijos, porque eras perfecto para mí, para nosotros. Además, ¿les ves? son todo lo mejor de ti y de mi. Y saben que nos queremos y que, en el fondo, ellos son lo primero pero se irán y nos quedaremos queriéndonos cuando ellos encuentren a sus ellas.

No me hagas mucho caso, estoy tonta, te veo enamorándote de mi, y de repente me acuerdo de cómo era al principio, se me para a ratos el corazón.
Me voy a hacer la cena.

jueves, 24 de abril de 2014

De cómo os imagino

Hoy la  hemos despedido, tu amiga, tu amiga del alma, ha aguantado casi un año más que tú, a pesar de que su salud siempre fue mucho más delicada que la tuya. Yo siempre la conocí mayor, pero las fotos que he visto suyas me hablan de una mujer de una belleza digna de formar parte del elenco de una película de Mastroianni.
No sé cuándo os conocisteis exactamente, pero viendo vuestras fotos de juventud os imagino con los vestidos de corte perfecto, las faldas al bies, los bolsitos de piel, los zapatos de salón, el pelo impecable, como recién sacadas de un episodio de Velvet, sentadas junto a ellos, vuestros guapísimos maridos que os trataron  como reinas toda su vida. 
Hoy imagino vuestro reencuentro, en el más allá, despojadas de vuestros achaques de ancianas, de vuestras arrugas, de la tristeza que produce hacerse mayor y perder a quienes amas. Habéis colgado vuestro envoltorio nonagenario para regresar a lo más amable de la larga vida que compartisteis puerta con puerta. Imagino las confidencias en voz queda ante una taza de Nescafé, las carcajadas producidas por esa capacidad tan valiosa de reírse de vuestras propias penas, que sólo vosotras dos teníais. Cuánto bien nos hizo a todos vuestra amistad, vuestra compañía y vuestro apoyo mutuo. 
Sí, es cierto, seguramente para ella el reencuentro con su amor, que se marchó hace ya cuatro años, ha sido muchísimo más esperado y emocionante. Pero a ti te necesitará para compartir aquellas confidencias que uno sólo puede decir a un amigo de verdad: los miedos, las tristezas, lo que acarició su corazón, decirte cuánto echó de menos tu presencia, cuánto le habría gustado pasar sus últimos años junto a ti. 

Cada vez queda menos para que os podáis reunir los cuatro y reír juntos como siempre. Estoy segura de que cuando le llegue el momento al abuelo, se cerrará para vosotros el círculo de amor. Regresaréis al inicio de vuestro tiempo, a las pequeñas casas de la carretera que albergaron el nacimiento de vuestras familias. Fuisteis irrepetibles, os echo mucho de menos.



miércoles, 16 de abril de 2014

Érase una vez,

Si te cuentan alguna vez la historia de la Princesa del guisante, te hablarán de reinos, de una princesa que se perdió. Bueno, te explico, por lo visto, encontró un hogar humilde y como estaba desaliñada y harapienta, no podían comprobar si pertenecía o no a la realeza (no se fiaban un pelo, la verdad). Para poder constatarlo, la pusieron a dormir sobre una pila de colchones enorme, bajo la cual dejaron un guisante. La princesa no pudo pegar ojo en toda la noche, tan delicado era su dormir. 

Ya he contado alguna vez que yo no soy exactamente la mismísima princesa del guisante, sin embargo, soy COMO ella, con un dormir delicado y la necesidad constante de demostrar a todos quién soy yo (aunque tal vez sólo tenga que demostrármelo a mí misma). 

Desde hace más de cuatro años comparto desvelos con una buena amiga, Carme Sala. No, no es solo una amiga más. Ella es mi media-yo, la comadre de nuestros dos libros, mi confidente y mi consuelo. Y yo espero que ella sepa -creo que así es- que yo estoy siempre preparada para escuchar, para ayudar, para reír y para llorar con ella cuando lo necesite. Carme tiene algo que sabe que envidio desde lo más verde y profundo del guisante del colchón: la capacidad de convertir el mundo en dibujos. Eso, y un gusto finísimo que convierte el mundo en un lugar plagado de delicatessen para los sentidos. A ella debemos la imagen hasta hoy, de este blog. Y hoy me ha hecho el regalo más bonito y delicioso que me han hecho en muchísimo tiempo. 

Mientras empiezo a limpiar el polvo de los rincones y a empapelar la pared del fondo, podéis ir abriendo boca con esta delicia.



... permíteme felicitarte y agradecerte el regalazo de dos formas: La frase impagable de Dindón, el reloj de cuco rococó de La Bella y la Bestia de Disney: 
"Si no es barroco, es barraca" 
y con esta canción, que está para siempre ligada a la amistad. 


http://youtu.be/2YP9SwSX980

Y te lo digo otra vez: t'estimo molt, guapa.


domingo, 13 de abril de 2014

Fachadas e interiorismos? III

Ésta ha sido una entrada sorpresa. Será una entrada festiva, porque con ella recibiré al visitante número 400.000 al castillo. En realidad, ese es el número contabilizado, porque los primeros seis meses del blog, no existía el contador de visitas en Blogger. Sea como sea, tú, que me lees esta mañana de domingo, eres el afortunado que ganará un aplauso virtual (la crisis es tremenda, recuérdalo)

Bueno, el post, la sorpresa prometida. Me la dio ella, porque no esperaba encontrarla tan vital y lúcida. Hoy voy a permitirme la licencia de cambiar el símil de la casa por la de un coche. Su cuerpo es una vieja furgoneta familiar con demasiados baches por el camino. Aunque su chasis no tiene demasiados golpes, el eje de la distribución la obliga a caminar con andador. Sus faros apenas le muestran el camino. Le fallan el carburador, la culata, el ventilador y hay que andar rellenándole el depósito cada dos por tres,  porque es una golosa, no vayan a creer que pierde aceite. Pero, ah, su interior. Bellas incrustaciones de madera en el volante y en el salpicadero, asientos tapizados de piel, luces brillantes por todas partes, sin duda, que hacen que ovides que estás sentado en una máquina de 84 años. 

Ese portento de mujer es mi abuela, la que fue, la que es, maestra. Es una lástima que no la tenga más cerca, y que el teléfono me impida establecer una conversación civilizada, -tenemos que hablar a gritos- porque hablar con ella te obliga a desempolvar ese espíritu marcial que te inculcó cuando te enseñaba a tensar las sábanas y a frotarte detrás de las orejas cuando eras una cría.  

Está tan informada, que me preguntó sobre una noticia que todavía no había salido en mis últimas noticias de Facebook, no digo más. Admiradora ferviente del Papa Francisco, casi tanto como lo fue de Benedicto, preocupada por la política, indignada por la poca vergüenza de quienes nos gobiernan que tienen los bolsillos llenos de nuestro dinero. 

Salí de allí con una lista (literal) de encargos que tengo que hacer para ella: una copia de la foto de su Virgen (la otra la perdió, dice, creo que se la regaló a su amigo del alma), una funda para colgar su móvil, una cinta (otra) para las gafas de cerca, unas fotocopias de algo que tengo escrito, unos patucos para que ella pueda regalarle a la directora de su centro... Y para pagar lo que vale todo eso, una frase que ella entonó como quien eleva una oración: ¡qué suerte tenemos de tener esta vida interior tan grande! 


viernes, 11 de abril de 2014

Fachadas e interiorismos. II

La historia de hoy tiene también relación con el hogar que nos viste, aunque nada tiene que ver con la anciana que pintaba y repintaba su fachada.
A ella, le pareció que su casa necesitaba con urgencia una renovación. Fue hace muchos años, cuando liquidó la tienda y volvió a hacerse cargo de su familia. Desmanteló cada una de las habitaciones, lavó lámparas, colchones, cortinas, rincones, pintó paredes, cambió alfombras, cojines y cuadros. Nada estaba lo suficientemente limpio, pasó intendencia general sobre los servicios mínimos que había podido cumplir su madre, ya anciana, mientras ella trabajaba fuera de casa por primera vez en su vida.
Su madre falleció este verano, siendo muy muy viejita, casi centenaria. Durante los primeros meses la tristeza la mantuvo distraída, pero hace unas semanas empezó a encontrar la pintura de las paredes y techos sucias, las cortinas dejaron de gustarle buscó un armario nuevo para poder ordenar su interior de nuevo. 
En ninguna de las dos ocasiones la suciedad era tan importante como para organizar el zafarrancho general, pero en los dos casos, ella, sin duda, necesitaba acicalar y ordenar su corazón. Estoy segura que encontrar luz y belleza le hará bien, se encontrará a sí misma. 

jueves, 10 de abril de 2014

Fachadas e interiorismos. I

A todo el mundo le llama la atención que una persona tan mayor, 88 años, tenga la fachada de su casa tan limpia y cuidada. Dejó de pintarla personalmente cansada de que la gente hablara de si era capaz de hacerlo, porque si por ella fuera, seguiría ocupándose de esa tarea. A pesar de las habladurías, con el pincel pequeño sigue dando su toque impecable a la barandilla de su balcón y a la puerta de madera de la entrada. Cada año se ocupa de las pequeñas reformas de su casa, para que se vea bien.
Vive sola, su única hija le insiste en que deje el pueblo y se vaya con ella a la capital, en su cómodo duplex hay siempre lugar para su madre. Pero su yerno le gusta lo mínimo, seguramente percibe su hostilidad cuando la salud la obliga a hospedarse en su casa. 
Será por eso que ahora, más que nunca, dedica todo el esfuerzo en procurar que su aspecto exterior esté inmaculado. Y nadie se preocupa de ver que hay tras ese exterior impoluto. 

domingo, 6 de abril de 2014

Claro que voy a escribir sobre nuestro encuentro

Me resistía a acudir a la cita, porque me sentía totalmente incapaz de resumir los últimos 26 años de mi vida, el tiempo que había pasado desde la última vez que coincidía con vosotros. Me superaba la sensación de que, además, entre algunos de vosotros sí habíais mantenido un contacto habitual.

Pensé que poco quedaba en mí de la niña que fui, y a duras penas recordaba algo de quienes fuisteis vosotros, de algunos, ni el nombre (perdona, Ramón). Pero algo tras tu petición insistente me hizo aceptar.  

Me has preguntado qué ha sido exactamente lo que has dicho para convencerme. Y creo que ya sé. Has estado tan enferma, que ya no sólo te limitas a ir viviendo. Tú devoras la vida a grandes bocados, con la fruición del que sabe que hay que vivir cada día como si fuese el último. De lo que me has contado (un infarto a los 33, doce intervenciones quirúrgicas, cáncer de tiroides, el fallecimiento tristísimo de tu padre hace cinco años, embarazos ectópicos, como yo...) ciertamente se podría escribir un libro, como te he dicho. Pero a mí me gusta mirar más allá, y me ha divertido que todos vosotros, que me conocíais siendo una cría, ya os habíais dado cuenta de esta manía mía de observarlo todo.

Me ha llamado la atención que te preocupara tu cicatriz (te aseguro que no la he visto hasta que me la has señalado), porque yo miraba tus ojos, esos ojos, esa mirada de haberle mirado de frente a la muerte que disimulas con tanto desparpajo pero que a mí no se me escapa. Bueno, yo no sólo a los tuyos. He visto muchas cicatrices del alma entre nuestros compañeros, ¿sabes? Casi todas, heridas sanadas, porque estábamos alegres como aquellos cachorritos que jugaban en el pequeño patio del colegio. He visto miradas curiosas, divertidas, tímidas, la mirada desconfiada de aquel niño con el que discutía, la barriguita cervecera de nuestro espíritu rebelde, que aún lo es. Incluso he encontrado una mirada tan triste que ha arañado mi corazón. Esa la guardo para mi colección de momentos en los que he sido demasiado cobarde para preguntar, porque temía no estar a la altura con mi respuesta.  

Me he quedado con ganas de un café largo y tendido con cada uno de vosotros, para conoceros, para volveros a conocer, porque, en realidad, todos somos un poco aquello que fuimos. Brindo por el reencuentro, y brindo por ti, por haberme dado ese tironcito en el alma, niña valiente. 





jueves, 3 de abril de 2014

Negocios de familia

Este post no habla de nada que tenga que ver con empresas ni dinero. 
Otros negocios subyacen en el seno de cada una de las familias del mundo, de las parejas, en las relaciones  entre padres e hijos, nietos y abuelos, incluso en las amistades
He tenido la oportunidad de pasar largos espacios de tiempo en hogares que no eran el mío propio: en casa de mis abuelos, de cada uno de mis tíos, de amigos de los de verdad. Curiosa desde siempre por todo aquello que define a las personas, por conocer cómo vencen sus dificultades y superan sus diferencias, curiosa a secas, me fijaba en cuáles de las relaciones no cabian en el mapa de lo que para mí hubiera sido deseable, aceptable, tolerable, acaso. 
Y entonces me planteaba si esas dos personas entre las que había algo que a mí no me cuadraba, desde la libertad para entrar en la intimidad, hasta el reparto de las tareas domésticas, pasando por quedarse en la cama holgazaneando mientras el otro madrugaba para ir a trabajar, estaban aceptando  su parte del negocio. 
Cuando desde nuestro palco de espectadores de la realidad de los demás algo no nos convence, creemos que uno de los dos miembros de una relación se aprovecha o abusa de su posición respecto del otro; tendríamos que plantearnos si ese es su negocio, el que ellos tienen entre manos. 

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