Hemos trazado juntos la línea que separa lo bueno de "lo chungo". Claro que, para ello, has tenido que asomarte a ese lado y sentirte despreciable por un momento.
Has aprendido que la fábula de la liebre y la tortuga no era tan absurda como creías, que el mal sabe disfrazarse de bien, que un buen amigo no es el que se mete en un lío por sacarte a ti de él, sino el que te evita meterte en problemas.
Que el camino más corto entre dos puntos es la recta y que los atajos suelen ser peligrosos. Y que las mentiras se convierten en bolas pegajosas de las que uno no consigue librarse más que con la verdad y que sólo el perdón te quita el sabor amargo de la boca.
Nosotros hemos logrado no perder los nervios, sin olvidar imponerte un castigo justo. También nos hemos dado cuenta de que ha acabado nuestra luna de miel: tu infancia ha muerto. Bienvenido al mundo, querido adolescente. Primera tormenta superada, nos agarraremos con fuerza al timón y seguiremos navegando en las aguas bravas de tu juventud.