Han hecho algo tan grande, que ni siquiera un año de preparativos han parecido ser suficientes. Se han plantado en un altar y se han mirado a los ojos y se han dicho "Para Siempre". Siempre, porque cuando la muerte les separe, seguirán viviendo el uno en la vida del otro, en esa dimensión tan difícil de medir que es el alma.
Bueno, seguro que algún necio se habrá fijado sólo en aquello que no salió tan bien, que, simplemente no salió a su gusto, o en lo que faltaba, ¡demonios, cuántas cosas hay que tener en cuenta cuando se quiere agradar a todo el mundo! Hay que ver qué pequeños y egocéntricos somos, que pretendemos que incluso en un día tan importante se fijen en lo que nosotros necesitamos. Y seguro que algún incrédulo habrá dicho por lo bajinis que hoy se separa todo quisqui, que soy una ingenua para decir ese Siempre con la boca tan grande.
En realidad, les aseguro que ellos llevaban muchos meses manejando con sabiduría las sensibilidades de los más delicados, escogiendo un lugar precioso, flores y colores, texturas y rincones, y esas fotos que tanto significaban (tanto que me consta que alguna ha desaparecido misteriosamente). Y con algo que no se podía negociar: tenía que ser ese vestido, ese hotel, ese menú, esa música, ese estilo.
Ayer no pude dejar de sonreír en todo el día, porque la vi guapa, feliz y libre, como sólo el amor puede hacerte sentir. Ese amor lo creó todo ayer.
Aquí la tradición dice que el padrino entrega el ramo a la novia, junto con un verso. Ayer me nació un Concuñado. Aquí dejo sus palabras, en las que hay mucho amor. El suyo a su hermano, que ahora también lo es mío y a mi hermana, que ahora también es suya.
Suscribo tus palabras, desde el conocimiento que me dan quince años de matrimonio.
Dice la tradición que el padrino entrega el ramo.
Pues aquí estoy, viendo a una mujer preciosa,
que espera las flores de mi mano.
No quiero ser obvio ni redundante
y aunque B. es un poco celoso
no me puedo callar: estas radiante.
En una hora vas a ser la mujer de mi hermano,
y junto a su compromiso, aquí tienes el mio:
primero voy a ser tu amigo y después tu cuñado.
Abandono mi renqueante verso,
ya veis que no es gran cosa,
como padrino debo velar por vuestro amor
y daros sabios consejos en prosa.
El mejor consejo es que nunca os vayáis a dormir enfadados.
Pero, seamos realistas, no siempre funciona,
Es entonces cuando hay que agarrarse a la duermevela.
Es ese breve momento del día, antes del despertar, donde la realidad no existe, o existe solo a medias y el amor se despierta antes que la ira, el odio y el rencor.
Aprovechad esos instantes para que vuestras manos se busquen y vuestros brazos se encuentren. Da igual un poco más arriba o más abajo, pero no perdáis el tiempo y daros un fuerte abrazo.
Tened paciencia, respirad hondo y pasad la vida amándoos.
Sirve básicamente para eso: la vida es amar y dar abrazos.
Pues aquí estoy, viendo a una mujer preciosa,
que espera las flores de mi mano.
No quiero ser obvio ni redundante
y aunque B. es un poco celoso
no me puedo callar: estas radiante.
En una hora vas a ser la mujer de mi hermano,
y junto a su compromiso, aquí tienes el mio:
primero voy a ser tu amigo y después tu cuñado.
Abandono mi renqueante verso,
ya veis que no es gran cosa,
como padrino debo velar por vuestro amor
y daros sabios consejos en prosa.
El mejor consejo es que nunca os vayáis a dormir enfadados.
Pero, seamos realistas, no siempre funciona,
Es entonces cuando hay que agarrarse a la duermevela.
Es ese breve momento del día, antes del despertar, donde la realidad no existe, o existe solo a medias y el amor se despierta antes que la ira, el odio y el rencor.
Aprovechad esos instantes para que vuestras manos se busquen y vuestros brazos se encuentren. Da igual un poco más arriba o más abajo, pero no perdáis el tiempo y daros un fuerte abrazo.
Tened paciencia, respirad hondo y pasad la vida amándoos.
Sirve básicamente para eso: la vida es amar y dar abrazos.
Y a mi hermana pequeña, la niña que cuidé como si fuera una muñeca, que lo era, y que se ha convertido en una gran mujer, sólo quiero decirle que no tiene que darme las gracias, porque para mí ha sido un auténtico placer que me dejara acompañarla en ese camino, como tantos otros que he recorrido con su manita agarrada a la mía.