Descubro Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett (Alfaguara, 2013) a través de en un blog.
Dicen que si uno habla de un sueño es difícil que éste pueda realizarse. Pues de esa forma infantil quise conjurar a la suerte: leí ese libro como si el mero hecho de haberme puesto en la piel de una madre que narra la muerte de un hijo pudiera crearme un escudo que me protegiera de semejante atrocidad.
De eso trata, de lo que no podemos siquiera nombrar: la enfermedad mental de un hijo que le conduce al suicidio. Yo, que me siento incapaz siquiera de imaginar a un conocido en una situación parecida, admiro la forma serena en que ésta madre es capaz de analizar, de tratar de comprender la piel de ese hijo que se le escabulle de entre los dedos, de resignarse ante lo inevitable. Sólo alguien que ha vivido una experiencia así puede explicarla. Sólo los padres sabemos el dolor que produce el dolor vivido por nuestros hijos, así que podríamos pensar en Lo que no tiene nombre como en un libro dramático y terrible. Lejos de eso, es un libro que debería ser de cabecera para darnos un baño de humanidad.
Por último, añadir que a la grandeza del sentido de sus palabras se añade la belleza y la sencillez con que las dice.
No voy a pronunciar ese nombre, dice el enfermo, porque van a huir de mí, porque me abandonarán, porque me recluirán, porque no me amarán ni se casarán conmigo. Porque me mirarán con miedo.
No voy a pronunciar ese nombre, dice el padre, dice la madre, porque no puede ser, no puede ser, no puede ser.
Me llama también la atención cómo se vive la muerte desde la ausencia de una dimensión religiosa. De cómo se renuncia a saber el paradero de los restos mortales del hijo. Cómo contrasta nuestro ritual funerario con el americano.
Siguiendo una vieja costumbre norteamericana, los amigos de Renata han traído comida hecha por ellos en sus casas. Llegan hasta la puerta, discretamente, y se retiran de inmediato, para no perturbar la intimidad familiar. La nevera se va llenando de platos: hay tacos, comida hindú, pasta. Velan con esta ofrenda por nuestra supervivencia, para que las tareas domésticas no agobien más nuestros cuerpos, apaleados ya por la tristeza. Y de pronto nos vemos paladeando un helado de chocolate, elogiando una salsa, un pan tierno, un pescado. Estamos vivos.
Muchas son las razones por la que creo que puedo recomendaros este libro, pero mis palabras aquí quedan pequeñas.
12 comentarios:
Bfffff Princesa... creo que no sería capaz de leer algo similar.
Tengo un compañero de trabajo que ha vivido esa situación. No hemos hablado del tema directamente... pero no hay absolutamente nada en esta vida que puedo imaginar peor que eso. A que nivel de sufrimiento puede llegar una persona para suicidarse? Pensar en que mis hijas sufrieran así... no, no puedo pensar nada peor
Igualmente gracias por la recomendación
El enfoque no puede ser más estremecedor. Lo que no puede nombrarse. Tan terrible, tan doloroso que el hombre no encuentra las palabras que delimiten el contorno del sufrimiento. Demasiado ancho, profundo e inabarcable. No quiero ni pensar en una situación semejante. Se me hiela la sangre. Te agradezco la recomendación.
Un beso, Princesa...
Los problemas de nuestros hijos y nuestra forma de afrontarlos cambian con el tiempo. Cuando mis hijos tenían la edad de tus niñas no habría podido leer este libro, creo. Un abrazo
Gracias Ana, lo anoto para cuando me sienta con fuerzas para leerlo. Ahora no podría. Besicos.
Como la misma autora dice, una tristeza sin orillas. Te lo recomiendo especialmente, Sunsi, escribe fenomenal (se le nota que es escritora de poesía). Un beso y un abrazo de propina
Toda lectura tiene un momento. Sé que cuando ese llegue, te gustará. Un beso
Ana, vengo de las"marujas". No es sitio para contar una historia tan terrible y tan íntima. MI historia terrible. Mi hermano, con 13 años nos dejó así, de forma voluntaria. Delante de mí, a mis 16 años.
Lo más terrible que nadie pueda imaginar. Te acompaña siempre.
Mi querido hermano.
Inma, te abrazo, querida.
Todo tiene nombre. Si no, no existe. La voluntad de un hijo se debe acoger con serenidad. Si un hijo muere como el desea, aplaudamos. Si un hijo debe vivir lo que no quisiera vivir,...
Son bellas tus palabras, aunque tu las califiques de pequeñas... No hay palabras para contar esa historia, al menos yo no las podría escribir. Sin duda una buena recomendación
Un beso del Sur
Ya, serenidad, dice. No soy tan moderna, Juanpe
Oles, no soy capaz ni de pronunciar el nombre de ninguna enfermedad junto al de mis hijos... Un beso
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