Periódicamente aparece en la prensa algún caso que estremece
a la opinión pública. Un chico o chica, apenas un crío, se quita la vida porque se
siente incapaz de seguir aguantando la presión de sus acosadores. No es nuevo,
qué va. Recuerdo con claridad como un día empecé a meterme con una
chica de mi clase, porque sí. Estaba ya en secundaria, aquel BUP de entonces. Maduré, por suerte, y un día
ella me recordó que me había portado mal con ella y, aunque le pedí perdón,
nunca pude remediar el mal que entonces le causé. No fue mucho, la verdad, la llamaba tonta con una
cancioncilla totalmente estúpida y de forma absolutamente inmerecida. En ese momento no tenía ni idea
del mal que causé, pero ahí estaba.
Cuando fui consciente de la posibilidad de que mis hijos
fuesen acosados y yo no me enterarse, escribí Magdalenas con problemas (Proteus
2012) para poner sobre la mesa que tras una víctima existen uno o varios acosadores
que probablemente no sean conscientes de lo que están haciendo. Y probablemente
un entorno que mira hacia otro lado porque mojarse por el otro supone un
esfuerzo. El libro ayuda a aprender a detectar y a prevenir y, muchas veces, a
resolver.
El libro acabó descatalogado y durante mucho tiempo algunos padres desesperados me pedían si me había quedado algún ejemplar, así que decidí reeditarlo de forma independiente. Desde entonces he dado charlas sobre acoso escolar partiendo de la lectura del libro en algunas escuelas.
A principio de curso mandé un dosier con la información de la charla sobre el bullying a todas las escuelas de primaria de la zona donde resido, tanto públicas como privadas. De las más de 60 escuelas, sólo una me ha respondido, para decirme que su situación es tan crítica —es un barrio muy conflictivo del centro de la ciudad —que no tienen presupuesto para ello. Y os puedo asegurar que el precio es razonabilísimo (charla de dos horas gratuita con la compra de libros con descuento). Los otros colegios nada. Ni siquiera el acuse de recibo de la información, un “tenemos que valorarlo”.
La semana pasada en una de estas localidades se suicidó una niña de 14 años. No salió en la tele, como la de Sevilla, pero imagino la impotencia de esos padres. Y yo me pregunto, como siempre, si las escuelas podrían hacer más. Me da muchísimo pudor hacer un post ahora, porque puede parecer oportunista, pero me da rabia tener una herramienta realmente útil, porque la información es prevención, y que todos miren hacia otro lado.
No sé si la lectura de la novela serviría para abrir los ojos a futuros acosadores acerca de cómo se sienten sus víctimas, quiero pensar que sí. Este es mi grano de arena para hacer prevención. Me queda claro que los adultos estamos haciendo algo muy mal con este problema social cronificado, habría que saber qué, para poner remedio.
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