Cuando nos dijeron que esta vez tendríamos que alojar al estudiante de Erasmus en casa se nos hizo cuesta arriba. Venía de Alemania, pongan que se llamaba, por ejemplo, Marcus. En plena vorágine de semana pre-exámenes para unos, de muchísimo lío en casa, con el reciente abandono de la ayuda doméstica. El peor momento, vaya.
Hicimos sitio, ofrecimos tiempo. Nada de habitación de invitados, tendría que dormir con el Erasmus anfitrión, compartir cajones, baño y mesilla de noche. No estaba muy de acuerdo, pero negociamos, aceptó y acertamos. La madre que me habita lo adoptó al instante como uno más.
Su apretón de manos y su sonrisa al llegar me hablaron de un hombre, no niño, seguro de sí mismo, bien educado, fácil y tal vez algo terco. Primera impresión sobresaliente, las siguientes, también.
Tocó repaso de idiomas para todos. Yo, de la generación de la academia de gramática inglesa con profesores nativos de España, me oí asking todo el día if you want more strawberries. Nunca había hablado tantas cosas en inglés. Señor Madurito tratando de pillar algo con su inglés de Jesús Calleja, ay. Hijos demostrando con su buen nivel que su mundo es infinitamente más grande que el nuestro, luego diremos que si antes estábamos mejor preparados.
Marcus vino para romper esquemas. Nuestro alemán de la Alemania del este resultó ser alegre y parlanchín, rubísimo, eso sí, como recién salido de cualquier playa de Mallorca. A los 5 minutos era uno más de nosotros. Probó todos los platos, aunque no le gusta el dulce y admite haber subestimado la comida española (inserten aquí una oda al jamón y a la salsa del fricandó que les prometo se comió a cucharadas después de mojar en ella media barra de pan). No me sorprendió que fuese ordenado y disciplinado pero sí que esté estudiando para ingresar en el ejército. Futbolero, inteligente, con grandes conocimientos de historia, es de XBox y no de Play (por favor), a él le sorprendió que en España se entre en casa con los zapatos de la calle y el clima cambiante pero suave de mi tierra en marzo.
Le he abrazado esta mañana y le he dicho adiós con la floja esperanza de volver a verlo algún día (nunca se sabe) un poco de alivio por no tener que andar pidiendo traducción simultánea todo el rato y el corazón un poco encogido por la extraña sensación de pérdida que dejan todas las despedidas.
Auf wiedersehen, Marcus. Ha sido un placer tenerte en casa.
2 comentarios:
Marcus ha tenido mucha suerte y seguro que regresa. Mi hijo estuvo de Erasmus en Ancona, Italia, y no veas. Bueno, espera, estuvo con otro sevillano, un madrileño y un bilbaino. Cuatro españoles por el norte de Italia, estudiando, si si. Vale, los cuatro terminaron la carrera y son ingenieros, pero no tuvieron la suerte de tener una familia de acogida y encima de la realeza.
Una reverencia, Alteza.
Naranjito: la estancia ha sido temporal, se verán en Alemania a final de abril. Los chicos son de 16 añitos, a esta edad, todo es gigante. Qué alegría poder ver como se comen el mundo a grandes bocados.
Un abrazo, buenhombre.
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