Quisiera poder aliviarte el dolor que late con arrogancia bajo tus sienes, pero poco puedo hacer, más que sentarme al otro lado a poner por escrito algunas de las cosas que el teléfono me ha impedido decirte.
Se asemejan las heridas del alma a las de la piel. Cuando una herida no se cierra, después de tanto tiempo de haberse producido, probablemente se limpió mal. Los bordes quedaron mal delimitados, nadie supo qué debía hacer, proliferaron las malas palabras como si fueran microbios y gérmenes. No te estoy diciendo que sea imposible volver a conseguir una piel sana, pero requiere varias cosas de las que no sé si dispones.
En primer lugar, necesitarías una buena encarnadura. Una buena alimentación y una hidratación adecuada harán que tu piel cierre mejor. Así, una relación que se nutre de lo básico, de lo realmente importante, afrontará mejor la recuperación cuando las cosas van mal.
Luego, como te decía, en caso de haberse lastimado (¡nos pasa a todos!), habría que haber limpiado bien la lesión: resolver el bache antes de acostarse si es posible, y muchísimo mejor un polvo de aquellos que te reconcilian con la vida misma (perdón por la imagen gráfica, pero ya no estamos en horario infantil). Claro, eso se hizo mal. Así que quedó suciedad que hace que supure la herida cada dos por tres. Se acumularon capas y capas de reproches sobre los que el perdón encontraba una costra purulenta que no hacía más que crecer y crecer.
Así no hay manera de curar nada. La única opción que se me ocurre es una cura radical, de quirófano. Primero, dejar que corra el aire sobre esa herida, poner distancia y dejar que el flujo sanguíneo deje que vaya muriendo el rencor. Y luego viene la parte más dura, la que tenéis que saber que duele más, desbridar la herida, es decir, recortar el tejido muerto y cuidar mucho la carne nueva que nacerá en su lugar.
No hay garantía alguna de que la infección no haya pasado al torrente sanguíneo, de hecho, lloramos porque tememos que tendremos que dar sepultura a ese amor que agoniza en vuestras manos. Y, si se pudiera desechar ese rencor, el agujero que hay que cerrar es grande y dejará una cicatriz tremenda, que quizá vuelva a infectarse. Sólo tú sabes, bueno, vosotros sabéis, si la piel, vuestro tejido será capaz de superar la cirugía y si sereis lo suficientemente fuertes como para dar un buen tijeretazo a lo que la infecta.
Sea lo que sea, estoy aquí para aguantar tu mano mientras corra el bisturí, mientras te pongan los puntos de sutura y para acompañarte en el duelo si finalmente no lograrais superarlo. Va a doler, pero debes ser muy valiente, porque ahora el mal ya está hecho, hay que curar, sí o sí.
6 comentarios:
Creo que eres el narcótico perfecto para paliar tanto escozor. Buen finde Pesoleta, besos y tirita pal alma
A veces uno pediría anestesia total para algo tan tonto como para cortarse las uñas...
Y respecto a la foto, cambio por cromo de puestas de sol mar y barcos.
Beso!
Un hombro amigo en el que desahogarse y apoyarse ayuda siempre siempre a curarse...
No sé si me conoces, supongo que no, pero parece que lo hicieras. Gracias por el post, quizás se lo remita al otro interesado.
Es la primera vez que comento, creo, aunque te leo casi siempre.
Gracias de nuevo.
Pesoleta, ¿se te ha dado algún caso en el que al desbridar te hayas quedado con las manos vacías? ¿puede darse que el tejido muerto ocupe más allá de tu cuerpo? Un abrazo
Aaana, me temo que en este caso paciente y cirujano son las mismas peronas, poco podemos hacer los demás.... Acompañar y nada más, no mejoraremos el resultado. Por mucho que nos duela.
Rous, no sé si te conozco, si tienes un interesado con una herida seria y necesita comprender cómo puede hacer para sanarla, valdrá la pena. Sólo espero que sirva. Gracias por venir y por comentar.
Juanpe, pues hay muchas formas de morir de amor. Y casi todas duelen, supongo.
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