El hecho de tener dos hijos varones me lleva a radicalizar mi lado femenino. Nunca fui tan presumida, ni me preocupé tanto por maquillajes y vestidos, y procuro que en cada esquina de mi casa haya un toque femenino.
Aún con todo, la clase de femineidad que extraño con los niños no es tanto la evidente como la que se desmorona con la simplicidad de su pensamiento. Cada uno de mis hombres tiene su forma de ser: uno es más introvertido, pero necesita muchos mimos. El otro pide mimos pero es más independiente, el otro necesita un ambiente tranquilo, pero necesita a todos alrededor... pero a cualquiera de los tres les preguntas, por ejemplo: ¿qué tal el cole/el trabajo/la reunión/la clase de música? La respuesta es "Bien". Sin matices, sin colores.
Eso no significa en absoluto que ellos no lo hayan vivido como algo interesante, que ellos no hayan apreciado los sentimientos, que no hayan sentido diversión, aburrimiento, interés o pasión en su vida, o que no hayan tenido problemas. Sólo quiere decir que no sienten la necesidad de explicarlo. Más bien al contario. Bien, significa: "no preguntes, ¿quieres?"
Foto de la función de teatro que vimos este domingo: "El follet valent" ("El duende valiente")
2 comentarios:
Interesante visión, sí. Aquí, que somos mayoría mujeres, lo que se echa de menos es el otro lado. La sencillez y también, cómo no, la simplicidad.
Las mujeres somos más competitivas también, y eso se nota en cualquier relación madre-hija. Ese toque entre admiración y necesidad de derribar a la madre para ser una misma se nota ya desde que son pequeñas... ahora, es cierto, la complicidad en alguna cosas a estas edades es para morirte de la risa. Lo que cuentan y cómo lo cuentan... jajajaja.
*Ana: a ver cómo te explico yo esto sin que parezca una salvajada. Los niños también te derriban, pero más en forma de placaje de rugby ;-) Ah, y contar, no cuentan nada. Ejemplo:
-¿quién te ha hecho ese arañazo, hijo?
- Mmmm. No me acuerdo.
En fin...
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