© de la imagen La meva maleta

jueves, 28 de junio de 2012

Retratos


He vuelto de Madrid con la maleta cargada de cariño. Sí, el cariño llena y pesa, pesa la obligación adquirida de corresponder con más cariño, es una carga amable.

No voy a desvelar el contenido de la presentación informal de ayer, si queríais saber qué iba a decir, teníais que haber hecho el mismo esfuerzo que las personas que me acompañaron... Porque no fue fácil para ninguno de ellos. Vinieron con las manos llenas de recuerdos, de niños, de prisas, de deseos de llevarme a tomar un mojito que acabó en cerveza, de paseo que acabó en sofá con gritos infantiles de fondo, de calor sofocante con partido de fútbol que no vimos.

Y, aunque hace unas líneas os he dado un tirón de orejas a los que no estuvisteis, sentí el calor de muchos de vosotros arropándome en la distancia, porque si bien Madrid es el núcleo de España, está un poco lejos de todas partes, también, quedáis disculpados.

El título y la imagen de este post me ha surgido al recordar parte de la conversación de ayer, cuando explicaba que suelo ir por mi mundo haciendo pequeños retratos que son los que luego alimentan mis palabras. Hoy os dejo con algunos de los que surgieron ayer, que dedico a mis amigas de siempre y a los nuevos amigos.

- Sus pacientes manos gigantes dibujando para mitigar el aburrimiento infantil.
- Sus caras casi idénticas, los ojos en los que me vi reflejada con el mismo cariño de hace veinte años.
- Su pudor que pude casi palpar al traspasar la pantalla por primera vez, pero que venció desnudando su alma.
- Su sonrisa de niña (dices que no, pero tú has hecho algún tratamiento rejuvenecedor que te ha quitado 8 años) y su humildad
- El juego de los tres cachorros, que tanto me recordaron a mis gatitos, que se muerden, pero flojito.
- La serenidad con la que ella tomó sus decisiones.
- Que me hubiera conocido tanto, mucho mejor que yo. Que se acordara de tantas cosas.
- Madrid, que me sigue gustando y enamorando, a pesar de sus temperaturas infernales.

Gracias, no sé si lo he dicho suficientes veces, pero muchísimas gracias. Hasta ¿pronto? Ojalá.

lunes, 25 de junio de 2012

Urgente, horario y lugar confirmado:



Tengo el placer de anunciar que voy a estar presentando el libro Magdalenas con Problemas en Madrid el día 27 de junio en la cafetería del hotel NH Alcalá (C. Alcalá, 66) a las 19.30 horas. Y luego os firmo ejemplares si os apetece y os doy un abrazo. Esta vez no me podrá acompañar Carme Sala, pero seguramente sí vendrá el editor, y podréis adquirir vuestros ejemplares allí mismo si lo deseáis.

Y si además lo publicáis en vuestros blogs para que venga mucha gente, muchísimo mejor. Os voy a dar más abrazos...


Gracias por estar siempre ahí. No sabéis cuánto bien me hace vuestra compañía.

Lavanda y luz


Empiezo admitiendo que hice trampa, que en lugar de reciclar los vasitos del arroz con leche, compré arroz con leche con la intención de hacer unos portavelas para la mesa del jardín.

Esta es la receta: arroz con leche (estaba riquísimo), lavar los recipientes y quitar bien los restos de la tapa metálica, atar una ramita de lavanda fresca con rafia, meter la velita dentro...




... y no se puede pedir más. 



jueves, 21 de junio de 2012

Madrid


En fin, las cosas no han salido tan bien como yo quería. Pedí hacer una presentación del Magdalenas en Madrid, puesto que algunas de vosotras me lo pedisteis. Yo no soy nadie, así que la editorial trató que me acompañara alguien con nombre para tener una presentación con montones y montones de gente... y no salió. Así que lo han dejado en nada. 

Sin embargo, el próximo miércoles 27 de junio estaré en la capital y haré lo imposible por poder quedar con vosotras y firmaros el libro, si así lo deseáis. Estamos concretando lugar, pero será cerca del Hotel NH  Alcalá. Os confirmaré hora y sitio tan pronto como pueda. Me apetece mucho poder daros un abrazo real, y no virtual por una vez.





lunes, 18 de junio de 2012

Mi chica

Muchas coincidencias me llevan a hablar hoy de esta película del año 1991, protagonizada por Anna Chlumsky y Macaulay Culkin. No fue una gran película para la mayoría excepto por su memorable banda sonora. Y para mí.



La protagonista de esta película es una niña huérfana de madre desde su nacimiento, que vive con su padre en una casa-funeraria y con su abuela enferma de Alzheimer. Esta convivencia tan peculiar con la muerte, la lleva a padecer toda clase de enfermedades imaginarias y a convivir con un hueso de pollo atragantado en la garganta, según ella, claro. 

Y yo no tenía nada de eso, excepto las enfermedades imaginarias que yo padecía sin saberlo, hasta verme reflejada en el espíritu de esa niña extraña llamada Vada Sultenfuss. Con dolores imposibles de demostrar, como dolor de rodillas o de ojo (¡!), yo conseguía que mi padre dejara su trabajo y si hacía falta me cargaba en brazos hasta el piso de mi pediatra, amigo de la familia que me miraba con escepticismo y me trataba con muchísimo sentido del humor. 

Como decía al principio de este post, algunas coincidencias me han llevado a mi pasado, al de cuando yo era una criatura necesitada de brazos fuertes que subieran escaleras y al de mis tiempos de universidad, cuando yo me hice "fans" de la película por haber abierto mis ojos. La primera coincidencia, que la emitieron en televisión. La segunda, una chica con migraña que me preocupa por esa válvula que no sabe soltar y que probablemente le provoca todos los males del mundo. Y la tercera, un hueso que tengo atragantado en mi garganta desde que la salud de mi abuela empezó a empeorar.

Si no habéis visto la película, os recomiendo una escena en particular, la de la niña que aprende a utilizar la telepatía en clase de escritura creativa, y como ella hace lo que mejor saben hacer los niños: darle la vuelta a mi corazón. 




jueves, 14 de junio de 2012

Hablamos



No salía una conversación sobre tu enfermedad desde hacía algunos meses. Supongo que para ti, para todos los que habéis sufrido un cáncer, normalizar al máximo la situación es fundamental. De hecho, tú dices no estar mal por la enfermedad, pero te quejas de no haber aprendido nada de ella, y esa afirmación me dejó descolocada. 

No estoy segura de que padecer una enfermedad (curable o no, crónica o aguda) te haga mejor persona. Ni siquiera pienso que sea obligatorio cambiar por haber padecido una enfermedad. Pero me parece triste que el sufrimiento inmenso que supuso para ti, las secuelas que arrastras, no te sirvieran para nada. No sé exactamente si lo que te pasa es el proceso de adaptación propio de tu regreso a la adolescencia de los 50, o simplemente, que esperabas otra cosa en tu paso por este mundo. Percibí, si acaso, un leve matiz de envidia por todo lo que yo hago.

Yo te dije sin titubear que nunca más en toda mi vida me sentiría con tanta energía como la que tengo ahora, nunca podré hacer tanto, por el simple hecho que la capacidad física de la treintena que apuro no puede ser la misma que a los 40 o más. De hecho, hace algunos días que tengo una sensación de agotamiento a la que no estoy acostumbrada, y contra la que tengo que luchar, me guste o no, porque la marea me arrastra todo el tiempo. Sí, mi propia marea, la que yo he creado, la que ahora me ahoga un poco. 

lunes, 11 de junio de 2012

Marmota

Será porque ya son más de dos años escribiendo con frecuencia (cada vez menos, lo admito), pero tengo la sensación de estar entrando en el día de la marmota.

Ya vuelve a ser casi verano. Hoy empezamos la jornada continua en la escuela, esa curiosa regla de tres por la que, en lugar de tener cinco horas de clase al día, cuando más lo necesitamos, pasamos a 4.  Lo sé, lo sé, hace mucho calor por la tarde en las aulas. No voy a meter el dedo en esa llaga hoy (aunque lo he contado, y 175 días de clase en un año me parece muy poco).

Sólo sé que hemos estrenado bañador y crema solar, juego con pelota en la playa casi desierta


Última barbacoa de mediodía que el calor nos permite comernos en la terraza, últimos días sin la minipiscina. Voy a lavar la bata que han llevado mis hijos en preescolar por última vez, a darme cuenta que la mochila de Rayo McQueen ya no podrá ser utilizada porque no nos cabe la carpeta.
Se acaba un ciclo, ¡otro! Después de una primavera convulsa -como todas- y de un mes de junio que es intenso, también como todos, llegará otro verano en el que todo será parecido, lo único que veré cambiar es la altura de la piscina, que cada año se achica en relación al tamaño de mis hijos.

Y volverá septiembre con su promesa de otoño melancólico y triste. Así que mejor ir abriendo bien los ojos, dejarse calentar la piel por el sol y apretar bien ese puñado de arena que se nos escapa entre los dedos.

viernes, 8 de junio de 2012

Lectura express



Últimamente me estoy interesando por lo que leen los adolescentes. De una parte, necesito refrescar conocimientos o sentimientos de aquel tiempo que fue una vez mío. Es una etapa tan convulsa y con tantos altibajos emocionales que uno pierde un poco la noción de todo. De otra, dentro de nada tendré a un adolescente en casa y necesito estar más fresca en temas de juventud para que no me entre el pánico.

El año pasado leí con muchísimo interés Blanca como la nieve, roja como la sangre, de Alessandro d'Avenia, recomendado por Mariapi. Dijo de esta novela que es la que a ella le hubiera gustado escribir. Y a mí. Y también es la que me gustaría que mis hijos leyeran cuando tuvieran la edad suficiente para comprender algo sobre el amor. 

Hoy me he ido a ver a mi amiga Montse, a la librería. Le pedí que fuera pensando qué libros pueden servirme. Le he dicho que d'Avenio tenía libro nuevo (no lo han traducido, lástima), y me he llevado Tú y yo, afamada novela que ella no ha leído aún. 

Me la he leído de un tirón, en apenas un par o tres de horas, y eso que la había comprado para el tren para la otra semana... Me ha gustado, mucho. Está bien escrita y es impactante, interesante. Pero no da una solución, ni un patrón de comportamiento, ni nada a lo que un chaval que se pudiera sentir identificado, o ver reflejado en él a un amigo, pudiera recurrir para salir de ese hoyo profundo.

El protagonista es un  chico, vamos a decir que es un poco raro, de unos 14 años, que tiene una relación patológica con sus allegados y con los extraños. Es muy poco sociable y sólo se siente seguro en el ambiente más íntimo de su madre y su padre. 

No voy a desvelar el final ni el medio, ni siquiera lo que cuenta la cubierta. Porque la historia es dura, dura hasta rasgar los sentimientos más profundos. 

¿Me ha gustado? Sí. Pero, a diferencia del libro de su compatriota, la novela de Niccoló Amaniti no se la dejaría leer a un chico de 14 años, más bien esperaría a que tuviera 20. Pero ese es mi punto de vista

Tú y yo
Anagrama

jueves, 7 de junio de 2012

El renacimiento de la mujer



Así dibujó Leonardo da Vinci una criatura en el vientre de su madre. Su tiempo, el de Leonardo, fue el del renacer del hombre, del nacer, diría yo, hacia el conocimiento. Nació el hombre, no tengo tan claro que lo hiciera la mujer. Ella siguió confinada a la cocina y a los pañales, a hacer milagros con migajas de pan seco, a sufrir desvelos e ingeniar zurcidos.

Bien, si atribuímos a la Imprenta el acceso del hombre a la cultura, deberíamos reconocer el mérito a Internet por haber facilitado la multiplicación de la mujer hacia el conocimiento. No, no me atrevo a decir cultura. Eso empezó una generación anterior a la mía cuando entró en la Universidad de forma masiva y le dio sopas con hondas a sus hombres.

La mujer ha llegado al saber mucho más tarde, prácticamente los últimos 60 años. Nuestra generación, la mía, está luchando por multiplicarse. No nos está permitido desfallecer: tenemos que cuidar de nuestras familias (sí, ellos ayudan, pero la carga en el 80% de los casos, recae sobre nosotras), trabajar para pagar hipotecas o gastos corrientes, a elegir. Además tenemos que estar al tanto de la moda, bien peinadas, conocer trucos de belleza dignos de la mismísima Cleopatra. No basta con saber hacer galletas caseras, tenemos que ser doctas en cupcakes, ser igual de hábiles con el fondant que con las relaciones interpersonales, tener un blog, saber coser, pero no sólo remiendos, sino hacer labores dignas de ser expuestas en museos, estar al día de la prima de riesgo, habernos leído lo último de Roth. Tenemos que organizar Partys con estilo y decorar vintage. Y, por supuesto, ser las mejores madres del mundo. Controlar los deberes, hacerse del bando Estevill o pasarse a González, llevar a los bebés en carritos ergonómicos y dar teta hasta los 5 años si es preciso, todo ello sin descuidar a nuestros padres, ir a cenar con los amigos y estar en todo, aún a costa de nuestra salud física y nuestro equilibrio mental.



Ahora todo lo que hacemos se da por normal (¡qué menos que estar en todas partes!) pero yo, desde mi ventana, aplaudo a cada una de nosotras por nuestra grandeza.

domingo, 3 de junio de 2012

Cuando tú viniste




Hoy es tu gran dia, hijo.
Déjate llevar por la ilusión de participar en la Mesa de Cristo
con la misma alegría que nosotros sentimos el día que tú naciste.

Cuando tú llegaste a nuestro hogar nos hiciste padres.
Y los padres fueron abuelos.
Los hermanos fueron tíos, y los abuelos, bisabuelos.
Los tíos fueron ayuda y compañía
y tu luz llenó todos los rincones.

Cuando tú viniste no sabíamos, aún,
que tú ibas a ser una persona tan especial.
Ningún otro niño habría podido ser nuestro primer hijo,
ni nuestro primer nieto, ni nuestro primer sobrino. 
Ningún otro niño tiene el corazón como tú,
ni tu capacidad de observar el mundo.

Y después te llegaron los primos y tu hermano.
Tu hermano que es tu equilibrio, tu amigo,
la otra cara de aquello que tú eres.

Y tú, a veces, querrías ser pequeño como todos ellos, 
y ellos te admiran y sueñan cada día en ser como tú, 
que eres tan grande. 

Marlin, nuestro pequeño pez payaso. 

viernes, 1 de junio de 2012

Excelente reflexión

Por una vez mi madre me ha mandado un correo de esos masivos que me ha gustado, no quería dejar de compartirlo. Me ha hecho recordar un post de este blog, que enlazo aquí

Imagen de lavidadelreves.es


 El triunfo de los mediocres


Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. 
Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. 
Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.
Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional. Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.



Sinceramente, me han entrado ganas de aplaudir. Mis felicitaciones al creador del texto. 
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