© de la imagen La meva maleta

viernes, 26 de abril de 2013

Su valor

Me ha costado mucho encontrar la serenidad que necesitaba para poder contaros lo que me pasó el día del libro. No estoy segura de tener un vocabulario de sentimientos suficiente, pero trataré de compartirlo con vosotros.

Una escuela de primaria de una población de la provincia de Barcelona me pide una colaboración para explicar a niños de quinto y sexto mi libro Magdalenas con problemas. Decido con las tutoras que vamos a hacer una sesión en la que las preguntas de los alumnos me servirán para profundizar en el tema del acoso escolar. Pero, advierto, no soy más que madre, enfemera, dietista, escritora, si me apuran, incluso bloguera, pero no soy psicóloga ni experta en el tema, más allá de la documentación que utilicé para escribir el libro.

En cuanto llegué a la escuela me avisan, los de quinto, de ambas líneas, eran... bueno, moviditos. Así lo comprendí cuando oí su trote desbocado por las escaleras. A pesar de ello, se sentaron respetuosos y saludaron con cortesía generosa al entrar en la biblioteca.

Me parecieron todos deliciosos, me recordaban a mi hijo mayor, que es de su edad. Les estudié en su infancia que ya parecía dura, aún sin saber nada de ellos. Intuición de gato escaldado, supongo.

Empecé presentándome, como madre, como enfermera, como escritora. Sobre todo, madre. La madre angustiada por aquella manía de los chicos que no cuentan los problemas que les surgen en su recién estrenada libertad y con su mínima experiencia en el caminar por la vida. Defino acoso escolar distinguiéndolo de enfrentamiento entre dos iguales y empiezo a responder a sus preguntas. Muy interesantes.

Que si pienso que a muchos niños les pasa lo que a Pablo. Sí, por eso escribo el libro, para ayudar. 



Que si es una experiencia personal. No pero podría.

Que por qué se llaman hienas... ¿Acaso en la selva existe un animal más despreciable? Veo de reojo a una profesora asintiendo con la cabeza.

A medida que avanza el interrogatorio se van caldeando los ánimos y empiezan a nacer reproches y quejas de víctimas, surgen dedos acusadores y los culpables -el juicio exprés de profesores y compañeros me dice que lo son- disparan las alarmas en mi interior, las que me dicen que el dolor y el miedo están ahí, al acecho.

Es el momento de pasar a la acción y decido meter el dedo en la llaga: pido a todos que cierren los ojos y miren hacia adentro. No saben ni siquiera a qué me refiero, un ganso me pone unos grimosos ojos en blanco y me aguanto las ganas de darle una colleja.

- Quiero que tratéis de recordar si en algún momento algún compañero os ha hecho sentir mal, os ha causado angustia, bien por violencia, insultos, rechazo,

Observo sus rostros, la mayoría parece hacer la introspección que le pido. Otros se despistan, otros ríen por lo bajinis. Los de la fila de atrás. Esos son el objeto de la segunda parte del ejercicio que les pido.
- Ahora quiero que cada un de vosotros haga un ejercicio de sinceridad y piense si cree que ha hecho sentir mal a alguien por lo que ha dicho o hecho.

Se cambian las tornas, los que antes se reían por lo bajinis ahora se dividen en dos grupos: los arrepentidos y los que se sienten orgullosos, los de la fila de atrás de nuevo.

A pesar de mi advertencia sobre mi falta de formación, las maestras se agarran con fuerza al clavo ardiendo de mi presencia y me piden soluciones para combatirles. Bien, aprovechamos el carácter carroñero y miserable y tracemos la línea: Tú, ¿qué quieres ser, hiena o un chico normal? El acoso suele acabar cuando los espectadores dejan de ponerse de perfil o del lado de los malos y defienden a la víctima.

Cuando ya parece todo en calma, se me ocurre ofrecer a todos la posibilidad de exponer a sus compañeros lo que les plazca. Un chico se levanta. No entiendo nada. Quiero decir, estaba hablando de los que se autoacusan de haber causado mal, pero él no me cuadra en el perfil imaginario que yo me hago sobre ellos. 

Me fijo en su pelo rubio, en sus ojos azules, en sus mofletes que inmediatamente imagino mordisqueados por una madre apasionada como yo. Y él empieza a hablar. Me siento medio mareada, entre la emoción, el rato que llevo hablando seguido, la tensión que se ha acumulado en la sala. Tensión. Se siente el palpitar de sus corazones en sus gargantas, lo juro.

Y ese chico junto a mí, articulando la serie de palabras más dolorosa que una madre, aunque no sea la suya, puede imaginar. Cuenta que una vez hizo algo, cursaba segundo:

- Desde entonces, me molestaban todos los días, y se reían de mi. Me hacían sentir tan mal, que yo pensé incluso en cambiar de colegio...

El relato nos estaba dejando a todos los presentes un surco de compasión por aquel niño tan valiente y que tantísimo dolor había sufrido. Y no había terminado de contarnos, lo supe cuando su rostro enrojeció de sufrimiento, se llenaron sus ojos de lágrimas, y con ellos, los míos, los de las maestras, los de otros niños. 

- ...incluso pensé en suicidarme. 

Me rompí con el en mil pedazos. Por un instante, ese hijo de una madre a la que no conocía se convirtió en el mío y lloré con él, porque nada más podía ofrecerle que mi regazo. 

Tratamos de reponernos para continuar, pero una grieta se había abierto bajo nuestros pies. Los acosadores fueron despojados de inmunidad, se les invitó a ser valientes como había sido su compañero (¡¡cuánto teníamos que aprender todos de él!!) y a hablar a todos de cómo creían que se sentían los demás al sufrir sus constantes agresiones.

Lo cierto es que algunos de ellos parecían niños enfermos de un mal difícil de curar: la falta de caridad, de compasión, de amor, de compañerismo, de empatía.

Agradezco a esa escuela que contara conmigo y auguro a esas maestras un final de curso apoteósico. Creo que van a poder presenciar cómo muchos de esos potrillos atemorizados van a convertirse en auténticos pura sangre. Porque la casta a la que pertenecen, lo es. Los que están predestinados a ser caballos salvajes tendrán que ser aislados del resto, quién sabe si la vida les dará un rival más fuerte que ellos y perezcan arrollados por la fuerza del mal, el mismo que ellos un día causaron.

44 comentarios:

Esa niña que vive dentro de mi dijo...

Se me han puesto los pelos de punta al leerte. Enhorabuena.

Anna Pujabet dijo...

Madre mía.
Quizás deberías pasarte por unas cuantas (muchas)escuelas más. Creo que harías un gran bien. Aunque en las próximas yo me llevaría a un/a picolog@, aunque solo sea para darte apoyo a ti. Me imagino como te quedó el cuerpo.
Un petonet Ana (no deixis d´escriure. Si us plau )

Tita dijo...

Dios mío, Ana. Lloré al leerlo. Qué difícil es conseguir lo que tú has hecho.

Un abrazo apretao

Loveolokiero dijo...

Precioso!

Ana, princesa del guisante dijo...

Te aseguro que me quedé traspuesta. Gracias por leerlo y por comentar

Quierovivirte dijo...

Se me han saltado las lágrimas... Necesitamos más gente como tú, más profesores al lado de los valientes-víctimas. Cuando sepan lo grandes que son, cuando sepan demostrarlo al mundo, los otros quedarán pequeñitos.
Mi más sincera enhorabuena por el post, por la experiencia, por la ayuda a esos niños...

Ana, princesa del guisante dijo...

Me encantaría, si eso sirve para ayudar a esos chicos. Ay, Anna, nuestra sociedad está enferma. Déjame que pase el final de curso y nos ponemos fecha para el encuentro y te lo cuento en persona.
Petons, i gràcies, jo també vull seguir llegint-te

Ana, princesa del guisante dijo...

Asi le abracé, apretao. Fue duro, Tita.

Ana, princesa del guisante dijo...

Y real. Gracias

Ana, princesa del guisante dijo...

Gracias, justo eso es lo que nos toca hacer, reforzar a las buenas personas y desprestigiar a las malas.

Susana dijo...

Haces una gran labor. Mis tres hijos sufrieron acoso por ser buenos chicos y yo tuve que ir a intentar defenderlos, pero es una labor dura y solitaria. Un beso.

oles dijo...

La labor que tu has hecho con una sola charla, es la mejor lección que muchos van a recibir en este curso. Ese trabajo debería ser el que día a día hicieran los maestros en sus aulas, y las familias en sus casas. Los primeros tienen escasos medios y escaso tiempo para poder realizarlo, y los segundos carecen de conocimientos y también de tiempo para poder llevarlo a cabo. En fin, hay algo que no estamos haciendo bien... Nos estamos equivocando. Besos
Oles

que dificil la vida sin ti dijo...

¡Qué gran labor llevas a cabo!
Divulgación y consuelo, de la mano.
Un beso admirado y cariñoso
Asun

Carme Sala dijo...

Buf, que experiencia más fuerte, Ana!

La inteligencia empocional, debería ser asignatura obligatoria en todas las escuelas de este país...quizás así, prevendriamos casos cómo éste y cientos otros.

Enhorabuena por tu charla, seguro que les resulto de gran ayuda.

Petonets.

aaana dijo...

Aún tengo el nudo en la garganta y lo leí a las nueve de la mañana...
Ana, me parece encomiable tu labor. Espero que todos los niños de esa charla hayan aprendido, tanto de ti como del HÉROE de su compañero. Ojalá, dejen de pasar cosas así que lleven a la gente (niños. .. y no tan niños...) a la desesperación. Pero desgraciadamente me parece que cada vez hay más. A lo mejor lo único que hay es más visibilidad de estas cosas, pero. .. no sé
Gracias por tu libro. Te aseguro que en cuanto mishijas tengan edad lo leerán

Unknown dijo...

Mi más sincera admiración, por tu valor en esa charla y por el post.
Hiciste justicia sin señalar, sino desde dentro de sus propios corazones.
Continúa con esa labor, niños y padres anónimos te lo agradecerán toda la vida.
Un besazo
Vir

MadreYMas dijo...

Madre mía, no sé cómo pudiste continuar.
Yo me hubiera quedado paralizada y sólo habría podido llorar. No soporto este tipo de situaciones...
Espero que ese niño, por fin, descanse de tanta hiena.
Bs.

Guillermo (Zaragoza) dijo...

Una experiencia muy interesante, seguro, para todos. Dejará huella. A nuestros hombres y mujeres, mujeres y hombres del futuro hay que dejarles expresar más los sentimientos, haverles salir esos pensamientos que alojan en su interior y pensamos los adultos que no los tienen... y que mal madurados expresarán... mal, en su futuro.
Enhorabuena una vez más y que repitas la experiencia.

tomae dijo...

PrincesaDel!!! Increíble la historia que nos traes y extraordinaria forma de narrarlo ... y por supuesto admirable el valor de ese chaval por contarlo. Felicidades por esas magdalenas que hacen tanto bien...

bss!!!

Ana, princesa del guisante dijo...

En los chicos de ahora se suma a su crueldad infantil la mala educación hacia el respeto por los demás que han recibido en su casa. Mala combinación. Besos

Ana, princesa del guisante dijo...

Yo tmbién creo que nuestra sociedad está enferma, lo que no sé es a quién corresponde sanarla. Créeme, me sentí muy muy pequeña e inútil.
Besos

Ana, princesa del guisante dijo...

... y todo ello sin saberlo. Debe de ser muy duro para las maestras ver que están sufriendo y que no pueden hacer nada.
Gracias, per no creo que sea tan digna de admirar, un beso, guapa.

Ana, princesa del guisante dijo...

A veces me pregunto si lo que nosotros hacemos de forma instintiva, que es educar en el respeto a los demás, y que, por lo visto no hace todo el mundo, puede educarse sin partir del núcleo familiar.
Fue una experiencia dura, pero gratificante a la vez.

Se me olvidó pedirte permiso para ilustrar el post con un dibujo tuyo, ya ves a lo que lleva la confianza, hermanita....

Ana, princesa del guisante dijo...

Yo lo viví el martes y a fecha de hoy sigo impresionada. Siempre ha existido acoso, pero han cambiado las cosas. Los padres estamos haciendo algo muy raro con la autoestima de nuestros hijos. Por una parte les convencemos de que son unos inútiles y que nos necesitan para todo, y por otra les hacemos reyes del mundo y tiranos de nuestro imperio. No sé, algo falla,

Ana, princesa del guisante dijo...

Bueno, no estoy segura de que todos ellos tuvieran capacidad de sentir algo por los demás. Me encantaría poder ayudar a todos los que sufren, sin embargo soy pequeña.
Besos, Vir

Ana, princesa del guisante dijo...

Cuarenta y cinco pares de ojos esperaban mis palabras, no podía llorar más. Sin embargo, tuve que parar el coche de vuelta a casa, me temblaba todo,
Las hienas no salieron indemnes de esa sesión, te aseguro que olvidé que eran niños y me dirigí con dureza a ellos, igual a alguno se le pasan las ganas. Y ni siquiera levanté la voz.
Besos

Ana, princesa del guisante dijo...

Gracias, Guillermo. La sociedad tiene una enfermedad grave que terminará por abrir fisuras insalvables entre los hombres de bien y los que no respetan a nadie. A ver cómo lo arreglamos,

Ana, princesa del guisante dijo...

Qué indefensos me parecieron esos chicos que sufrían el acoso de compañeros de su edad, que a su vez me parecieron también desprotegidos, sin el debido aprendizaje del respeto... Besos

onavis dijo...

Muy fuerte lo que explicas. Debió de ser duro estar allí, pero hiciste una gran labor, enhorabuena!
Y pensar que pasa lo mismo en tantas escuelas..... ufff

Marta piesdescalzos dijo...

En el fondo todos son víctimas... porque los acosadores han de ser muy desgraciados para llegar a estos extremos.
Gracias Ana por tu aportación, un beso

Ana, princesa del guisante dijo...

Por cierto, llego tardísimo, pero te felicito en tu día, ¿queda tarta?

Ana, princesa del guisante dijo...

Fue duro, me hizo recordar cómo duelen las rodillas y el alma cuando uno crece... Y en todas las ollas cuecen habas, por desgracia.

Ana, princesa del guisante dijo...

Me hizo sentir náuseas la sención de frialdad con la que los maltratadores veían a sus víctimas. Es grande la falta de educación en el respeto a los demás. Gracias a ti. Besos chipirifláuticos

Pili dijo...

Tant de bó poguessis arribar a més aules com aquesta i fer-los viure una lliçó com aquesta. Enhorabona!!
Petons

Carme Sala dijo...

Confío que des por sentado que SIEMPRE tienes permiso! :-) Faltaría más...

Petonets guapa.

Mariapi dijo...

Me ha impresionado más que el desvalimiento y soledad del niño acosado (MUY valiente), la actitud de los acosadores...
Gracias, Ana, por compartirlo.

Ana, princesa del guisante dijo...

Tan de bo. Si m'ho demanen procuraré anar-hi.
Petons

Ana, princesa del guisante dijo...

Fui dura con ellos, Mariapi, les di el ejemplo que creí que les deberían de haber dado sus padres. Me quedé impresionada por su incapacidad de respeto. Besos, y gracias a ti.

Ana, princesa del guisante dijo...

Claro que sí, por eso lo pregunté después, pero me gusta consultar, el abuso de confianza puede traer equívocos.
Muas y remuá

Sara M. dijo...

Madre mía, a parte de la impresión, no he podido evitar pensar en la madre de ese niño. ¿Sabrá lo que ha pasado? ¿Sabrá lo que ha sentido su hijo? Quizá "solo" sacase el valor para hablar en ese momento, y no lo había confesado nunca antes.
Tema a parte es esa enfermedad de la sociedad de la que hablas, y que mucho me temo que todos echamos encima a los demás.

Sara M. dijo...

Con permiso, te he compartido en FB. O mejor dicho, sin él.

Ana, princesa del guisante dijo...

No era la primera vez que lo hablaba, las profesoras y los padres estaban al corriente, pero no sus compañeros. Afortunadamente no estaba tan solo.
No me importa que lo compartas, especialmente si crees que pueda ayudar.

sunsi dijo...

Pesoleta. Ya ves que entro muy tarde. Impresionante la experiencia que relatas. Es muy difícil reconducir un tema como el que trataste cuando hay última fila. Qué valentía la del niño acosado. Ojalá pudieras dedicar parte de tu jornada laboral a presentar el libro. Imagino el espaldarazo que les diste a los profesores para seguir trabajando en el respeto a los demás, los buenos sentimientos... Enhorabuena de corazón. Me he emocionado. Soy madre de... y esos recuerdos no se han borrado.

Ana, princesa del guisante dijo...

Te aseguro que me encantaría tener un trabajo con tanto sentido como este. Gracias, Sunsi, tu comentario tiene mucho valor. Besos

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