© de la imagen La meva maleta

lunes, 16 de mayo de 2011

La colada

Me deslizo de la cama sigilosamente para no despertaros. Es domingo, y hace poco ha salido el sol. Por algún pacto no establecido y del que no reniego, me corresponde a mí hacer la colada.

Lejos de suponer una carga pesada, lavar vuestra ropa es un ejercicio de reflexión. Nuestras prendas hablan por sí mismas. Cuentan dónde hemos estado, el tiempo que hace, cuánto habéis crecido, qué habéis comido, e incluso cuándo las cosas no han salido bien. Cuentan cuándo ha habido gimnasia o comida en familia.

Relatan con precisión de relojero cómo pasa el tiempo en nuestra familia, primero de dos, luego de tres, ahora, de cuatro. Pasamos de vaqueros y camisetas de jóvenes recién casados, a infinitas hileras de calcetines diminutos, que fueron creciendo hasta confundirse casi con los nuestros. Y de bucitos y pijamas con pies, a llenar todo de nuevo de vaqueros y camisetas.

En una suerte de ritual, recorro todos los tendederos de la casa, recopilando un montículo multicolor, enchufo mi compañera de fatigas, y pongo música que lleve mis pies a la pista de baile, y empiezo.

Desfilan ante mí pantalones, sábanas, toallas y camisas. Hace ya tiempo me resigné ante el hecho de que no iba a planchar más faldas que las mías, y contemplo con hastío cuántas rodilleras tendré que comprar.

Aspiro el olor a limpio de nuestra colada. Y siempre sorprende cuando todo huele a cada uno de nosotros, a pesar del jabón. Especialmente las fundas de nuestras almohadas. Con los ojos cerrados podría colocar cada una de ellas en su lugar sólo con el perfume que desprenden. A caballo entre el aroma a cítrico y al olor del verano. Si están limpias, ¿cómo es posible? Todo lo demás huele sólo a suavizante, pero el lugar donde descansan nuestros sueños huele a algo muy parecido al amor.

Poco a poco despierta la casa. Se suceden los besos de buenos días, los colacaos y la cafetera me llama a la cocina. Una pila ordenada de ropa todavía caliente espera ser colocada en su lugar preciso. El ciclo vuelve a empezar, es ley de vida.

14 comentarios:

Carme Sala dijo...

Una de las cosas por las que más me gusta pasarme por aquí, es por descubrir tu forma de ver hasta las tareas más prosaicas de nuestra vida cotidiana.
Yo sólo veo montones de ropa y trabajo; Tu, del mismo montón trazas la sencilla historia de los pequeños habitantes de tu casa.

Eso, por más que tu te empeñes en no reconocerlo...se llama creatividad :-)

¡Feliz lunes!

Pili dijo...

Doncs no ho havia vist mai així. Sobre la cadira tinc un munt de roba multicolor esperant-me. Avui quan planxi pensaré en aquest post.
Petons

Ana, princesa del guisante dijo...

Mevamaelta: valens valens. hay que estar muy pirado para encontrarle algo bonito a hacer la colada de la semana jajaja Un petonet

Pili;: és que jo sóc una optimista patològica, saps? Que ho passis bé :-)

Laura dijo...

Buenos días Ana !!
Que entrada tan bonita, fresca, con olor a suavizante y a amor ... me ha gustado mucho !

Un besito !

Unknown dijo...

Mmmmm me encanta el olor a ropa recién planchada. Parece que nuestros domingos son muy similares...jajajaja.
Nunca me paré a pensar en lo que dice la colada de nuestra familia, pero tienes mucha razón. Pesoleta, eres muy sabia por saber apreciar el valor de cosas que para otros no dejan de ser "Dios!!, coñazo de plancha!!".

Un bico gordo.

Ana, princesa del guisante dijo...

Larura: gracias... si no tuviera algún sentido, sería pesadísimo. Besos.

Dolores: no podemos conformarnos con el paso del tiempo, hay que encontrar la forma de sacar un sentido a todo, ¿no? Bicos

Mariapi dijo...

¡Uy! ¿Quien sabe lo que te deparará el destino? Nunca digas nunca jamás a lo de planchar otras faldas...¿sabes lo que significa nuera? Suelen llevar faldas...y visitan a las suegras...y si encima la suegra tiene un castillo...ni te cuento.

Un beso de lunes con sobredosis de lavadoras...que hoy no le encuentraba lo poético y me has animado, Gracias,

Marta dijo...

Me encanta como escribes, Ana, no me cansaría nunca de leerte ! Parece mentira como una rutinaria tarea de ama de casa que repetimos todas hasta la saciedad se convierte en una historia preciosa gracias a tu imaginación. He pasado un ratito muy agradable con tus palabras. Gracias !
Un besote ;O)

Ana, princesa del guisante dijo...

Mariapi: ¿Cómo funciona el asunto? ¡Llega una bruja, se te lleva a los hijos, y deja su ropa sucia? Oye, casi como que ME NIEGO jajaja
Mater, sí es poético el asunto, sí. Seguro que si tu lavadora supiera hablar diría muchas cosas. Besos, guapa

Marta: gracias, yo envidio de vosotras la capacidad para recoger la belleza... un beso

Marta piesdescalzos dijo...

El olor de tú ropa limpia me ha recordado una anécdota nada romántica...cuando Baby, nuestra mascota, llegó a casa se divertía buceando por el cubo de la ropa sucia y poniéndonos en cada almohada los calcetines sucios correspondientes! uegs...qué olfato el can, no erró ni una vez!
Qué vida de perros tanta lavadora...pero tú lo has convertido en poesía. Besos princesa de las palabras.

Clidice dijo...

Gràcies per fer-me saber que no estic sola, hi ha tasques de casa que no m'agraden, però agençar la roba sempre m'ha fet poca mandra, potser perquè és una forma directa de donar benestar als qui estimes.

Ana, princesa del guisante dijo...

Marta: lástima que Baby no hubiera tenido esa virtud con la ropa limpia... menudo chollo para emparejar calcetines jajaja Besos, guapa

Clidice: a mi no em fa mandra la bugada. El que no tolero és endreçar-la, això ho deixo per a ells.

GNR dijo...

Precioso! qué manera más bonita de describir a una familia que ha ido creciendo en el amor. Enhorabuena por ella, cuídala.

Ana, princesa del guisante dijo...

Madrid Naïf: gracias. Si uno no busca sentido a aquello que hace, es todo mucho más duro, ¿verdad?

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