© de la imagen La meva maleta

sábado, 11 de enero de 2014

Disfraces

Leía el otro día que el exceso de maquillaje, de cirugía estética, vestirse con extravagancias que tratan de llamar la atención hacia lo externo, se utilizan con la finalidad  _consciente o no_ de disimular alguna carencia interior. Como el intento infantil de señalar al cielo cuando nos dicen algo que no nos gusta.

Los niños disimulan muy mal. Sin querer, esconden su travesura de nuestros ojos tapándola, de forma que únicamente hay que seguir el camino de sus manos para descubrir su engaño. De la misma forma, los adultos que no aceptan en quiénes se están convirtiendo o simplemente quienes son, crean una máscara que no siempre es tan ajena a nuestros ojos como ellos creen, un disfraz. Cuando lo que hay que tapar es poco, pasa con una forma de vestir, con un porte, con esgrimir la posición que se ocupa, una forma de hablar particular, nada que llame excesivamente la atención. Una barba, unas gafas llamativas, un collar de fantasía.

Suele pasar, sin embargo, que la vida se  nos complica, y el pudor interior va añadiendo a ese kit básico una americana floreada, un bolso XXL, una camisa estrafularia, un coche enorme, colorete,  pendientes de diva. O todo lo contrario, se aferran a la dejadez, y convierten la mugre en su careta. Estoy exagerando, en realidad, es todo mucho más sutil. Sólo que a mí me parece igual de estridente. Lo que para ellos es una posición cómoda, segura, dentro del escondite de su alma, a mí me hace desconfiar tanto, como cuando me hablan con las gafas de sol puestas, y no puedo leer en el interior de las pupilas de mi interlocutor, haciéndome sentir desvalida. Con los de las gafas, sé como actuar: me pongo yo las mías y me hago igual de hermética, para dialogar con igualdad de condiciones.

Pero a mí no me gustan los disfraces, huyo del Carnaval como de la peste. Y en tiempos de crisis (no, no estoy hablando de la económica, sino de la moral), es la fiesta de moda. Se quedan felices ellos, exibiendo su disfraz, y yo no hago más que buscar a la persona que hay dentro. 


18 comentarios:

Ses dijo...

Pues entonces tengo un mundo interior maravilloso, porque ni maquillaje ni operaciones ni nada de nada, he, he.

sunsi dijo...

Yo añadiría una segunda versión del "todo lo contrario". Contraria a la actitud que apuntas es la del que no se atreve ni siquiera a cambiar el color de su vestuario... no vaya a ser que alguien se dé cuenta de que existe. No sé qué es peor, Ana. Pero este tema daría para un post. Un beso, Princesa.

Unknown dijo...

Princesa, cómo me ha gustado la entrada… Y es que ese mismo pensamiento me ha rondado en infinidad de veces por la cabeza. Lo de hablar con las gafas de sol me parece intolerable, de una altanería supina. Literalmente no lo soporto. No sé si se encuentran mas atractivos, o interesantes o es una suerte de coraza infantil contra las personas que intentan ir más allá de lo simplemente visible.

Es lo que yo llamo no pasar del escaparate. Déjate, déjate, que la tienda la tengo algo desordenada y la trastienda ya es un caos. :)

Bss
Vir

aaana dijo...

Te entiendo
hay gente que se pasa la vida interpretando un personaje. Tiene que ser agotador!
yo reconozco qie la fiesta de carnaval me gusta, disfrazarme un día con ellas... me gusta mucho!
Abrazos Princesa

Mariapi dijo...

La forma como vestimos es lenguaje de quien somos. Así lo veo yo. Y como todo lenguaje, puede ser verdadero o falso...eso tambien tiene mucho de postureo.
Ah...y a mi me chifla disfrazarme y además me pinto...snifff.
Muac.

que dificil la vida sin ti dijo...

Certera y bien formulada reflexión pero, perdóname, con matices tal vez: por ejemplo, yo suelo usar con gran frecuencia gafas de sol porque tengo una intensa fotofobia ¡y no hay más! eso sí, cada vez me maquillo con mayor discreción porque he descubierto que cuantos menos afeites me aplico, más joven aparento, lo recomiendo de veras...
Gracias Princesa,aunque reconozco que, de cuando en cuando, excederme algo para una ocasión me divierte...
Un abrazo
A

Tita dijo...

Qué cosas... soy de un pueblo muuuuuuy carnavalero, sus fiestas grandes y locales, son los carnavales. De pequeña las vivía intensamente, y usábamos por lo menos 8 disfraces diferentes durante las festividades, y no entendía qué sentía la gente que esos días no iban disfrazados...

Ahora no me llama nada, pero nada la atención disfrazarme. Todo lo contrario que mis hijas ¡será la edad!

Sobre las gafas...yo soy miope y las tengo de sol graduadas. A veces hablo con alguien y me doy cuenta que las llevo por su cara, pobres. O entro en el super sin cambiarlas, y hago mi compra con ellas puestas, hasta hablar con alguien, que me las pongo en la cabeza y miro al frente, al borrón, fingiendo que son normales, como si viera algo jajajajajajaja

Pero coincido contigo, no me gusta hablar con ellas puestas, ni que las lleven.

En el fondo todos esos disfraces y parapetos me dan pena, algunos son verdaderamente gruesos, y no permiten ver absolutamente nada....

Anónimo dijo...

Lo tremendo es desconocer si vas disfrazado o no. Cuando es estridente, cuando sabes de veras que estás agazapado tras las narizotas coloradas, vale. Cuando deseas dar lástima y te pones el sayal de pecador arrepentido, bien. Pero cuándo crees que ese que hoy exhibes eres tú en esencia ¿estás en lo cierto? Daría un dedo de mi mano izquierda por saber algo de mí.

Juanpe dijo...

Juanpe

Ana, princesa del guisante dijo...

Ses, sea o no maravilloso (que estoy segura de que sí lo es),estás a gusto con quien eres, eso es un principio sanísimo.

Ana, princesa del guisante dijo...

Muy interesante ese punto de vista: la seguridad del inmovilismo, la protección del camuflaje. gracias, reina, un petó.

Ana, princesa del guisante dijo...

Alguna vez me he dado cuenta tarde de que llevaba las gafas puestas y me he sentido agobiada por si mi interlocutor se ha sentido mal. Gracias, vir, un beso

Ana, princesa del guisante dijo...

Me parece sana la capacidad de interpretarse, yo solía disfrazarme a menudo cuando jugaba, ahora a veces me tuneo un poco, como para interpretar papeles, pero, de momento, creo que no se me va de las manos (eso espero jajaja) un abrazo!

Ana, princesa del guisante dijo...

Toda la razón. Me refería a quienes no saben que están disfrazados, una cosa es pintarse disfrazado, qué sé yo. de Fiona ;-) y otra andar por la vida con una piel de cordero sobre la de lobo auténtica, sin saberlo. Yo me disfrazo, a ratos de madre, a ratos de enfermera seria, de nuera, ... beso

Ana, princesa del guisante dijo...

Una mosca no fa estiu ;-) besos, Asun

Ana, princesa del guisante dijo...

Uf, no sé qué decirte, a veces el parapeto señala directamente a la tara que quiere ocultar, fíjate bien!

Ana, princesa del guisante dijo...

Existen los espejos, pero son despiadadamente sinceros. Cuanto más te mires en ellos, más sabrás de ti mismo. A veces esos espejos son los que nos rodean.

Susana dijo...

Es cierto. A veces cuesta encontrar a la persona que hay dentro. Un beso.

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