Suelo leer a grandes cucharadas, como muchas de las cosas que hago. Me tomo los libros a pecho, me introduzco en ellos, los vivo con intensidad, pero deprisa, como suelo hacer casi todo en esta vida.Así, cuando un libro me gusta, o me impresiona, o me impacta, o simplemente tengo ganas de acabarlo porque es un bodrio, lo devoro a toda velocidad.
Esta semana he terminado dos novelas que giraban alrededor de la adolescencia, pero en décadas tan dispares como la de los cincuenta, en el caso de Primera memoria de Ana M. Matute, y la adolescencia de los noventa que narra La soledad de los números primos de Paolo Giordano. No voy a resumidos los libros, podéis consultar sus resúmenes o críticas o leerlos, si lo deseáis. Quiero limitarme a exponer aquí la sensación que me ha quedado una vez digerido y asimilado el contenido.
Si tienen algo en común -y quizá sea debido a que la adolescencia es un período de tiempo bastante convulso- es que me han dejado el alma con un sentimiento de desazón inconsolable. Primera memoria es una novela ambientada en la Guerra civil española, lenta como sucedía todo antes. Con una maravillosa escritura, la Matute se ganó el Premio Nadal narrando todo aquello que de forma despiadada, cruel y sin sutileza quiere mostrarnos la novela de Giordano, a su manera, mucho más brusca y rápida.
Porque si algo creo que distingue nuestra juventud, y me refiero a la mía y a la que será de mis hijos, respecto de la anterior, y ahora quiero señalar la de mis padres y abuelos, es la rapidez y la falta de sutileza.
Siempre ha habido chicos que han salido de los límites establecidos, siempre se ha tratado de ir un poco más allá, siempre se ha coqueteado con el alcohol, con las drogas, con el sexo, se ha mirado de tú a tú a la muerte, pero ahora es distinto. Y no sabría decir si eso es mejor, o es peor.
Me esperan unos días de lectura y muchas horas de reflexión. Seguramente archive las novelas que acabo de dejar en el departamento de "Leídos", pero no descarto retomarlas para poder saborearlas como no me han permitido hacerlo mis urgencias lectoras.
6 comentarios:
La diferencia está en que una cosa es coquetear con el peligro y otra no saber distinguir lo normal de lo anormal. Un beso.
La de Ana M. Matute no la he leído, pero todavía recuerdo lo impactada que me dejó la de Giordano.
Un beso.
Claro y nuestra función es estar siempre señalando esa frontera aunque a veces no sirva de nada.
A mi me sigue costando definir que clase de sentimientosme produce la segunda... Es muydura porque recoge una adolescencia co patología. Eso es otra historia....
A mi, me encanta retomar viejas lecturas...siempre saco nuevas conclusiones y no dejo de sorprenderme a mi misma, por mi escandalosa falta de memoria: Jamás recuerdo, como terminaron las novelas que más me impresionaron y en cambio,
retengo detalles de aparentemente poca importancia que permanecen frescos en mi memoria, para siempre más.
En fin, peculiar que es una; ya ves.
Ya sabes, que siempre anoto tus sugerencias, ahora lo siguiente, será llevarme la lista a mi próxima visita a la biblioteca o librería, para acertar seguro :-)
Petonets princess
A mi me divierte sorprenderme por releer y no acordarme... Cuando nos veamos cargare una maleta de libros paea que hagan un Erasmus en tu casa. Bsss
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