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sábado, 7 de marzo de 2015

Carta al político que va a venir a pedir mi voto

Tiene gracia que usted venga a mi puerta a entregarme su currículum para que yo le ayude a mejorar su puesto de trabajo. 
Un curriculum interesante, por cierto, con una formación -si la tiene- que nada tiene que ver con el cargo que usted ocupa o que muchas veces se comprueba que está generosamente magnificado (nadie conoce a alguno de ustedes en las facultades de las que dicen proceder). 

Su experiencia laboral hasta la fecha ha consistido, básicamente, en mantener su puesto de trabajo: tener buena labia y don de gentes, sin perder de vista a su contrincante, a la vez que amigo, que lo único que quiere -como usted mismo- es quedarse con esa codiciada silla del poder  y, sobre todo, con la llave de los dineros de todos nosotros. Como los señores feudales, ustedes nos tienen al pueblo llano para producir y con nuestro diezmo (¡quién lo pillara!) vivir como eso, como señores. Coches de lujo, casas en selectas urbanizaciones, tiendas de la calle Serrano, servicio, colegios exclusivos para sus hijos, en fin, no digo que no se lo merezcan ustedes más que otras profesiones como los médicos, los maestros, pero no deja de avergonzarme la falta de pudor con la que aprenden a manejarse en las altas esferas. 

De hecho, me sorprende que pongan para nosotros, gente preparada y formada, esos sueldos tan modestos y que en cambio, los suyos dan para ese tren de vida de élite. Porque yo quiero entender que si usted viene a pedirme que le vote mirándome a los ojos, que no ha inflado esa nómina ya espléndida con dietas, para redondear, que jamás se habrá aprovechado de su cargo para enriquecerse de forma fraudulenta, que no ha empleado a su pariente inútil antes que a un tipo con buenas notas en la universidad.

Lo que usted ofrece a su futuro empleador -yo- son promesas. Me imagino a mí misma acudiendo a un departamento de recursos humanos con el aval de lo buenas que son las promesas que yo les haga. 

Pero no puedo compararme con usted. Usted no cumplirá la mayoría de esas promesas, es imposible, no son ustedes Dios. Mi profesora de lengua me decía que el futuro no se promete, se asegura. Una promesa es algo muy serio, es un compromiso. No puedo prometer el futuro porque puedo morirme dentro de una hora. 

A pesar de no cumplir con sus promesas, en el caso de que ganara las elecciones, su despido sería un poco de risa, perdería el cargo, es decir, la posibilidad de decidir qué hacer con el dinero del pueblo, pero no su propio estatus social. Usted seguirá siendo rico. 

Voy a darle un poco de esa realidad que usted no conoce, y conste que yo me considero una privilegiada. 

Mis padres fueron autónomos. Con esfuerzo y sacrificio y muchas horas de sufrimiento para hacer frente a las terribles cargas impositivas con las que ustedes viven a todo trapo, crearon empresas para ganarse el pan, crearon empleos para algunas familias más, trataron de garantizarse una jubilación digna -¡ja!-y nos dieron aquello que para ellos tenía más valor, la formación académica. 

Yo estudié y saqué muy buenas notas. Dos carreras, de las de antes. Mientras estudiaba la segunda, empecé a trabajar. Durante los primeros años sólo conseguí un trabajo de media jornada, luego un contrato de interinidad. Con él llevo ya 16 años. Siempre con la amenaza de que no tengo nada asegurado, que tengo poco contenido y trabajando en dos provincias a la vez. Tengo un sueldo medianito, y dando gracias todos los días por no perderlo. A pesar de todo, busco desesperadamente una forma de ganarme la vida que no suponga estar todos los días en la cuerda floja, pero vivir en una provincia pequeña ofrece pocas opciones laborales, las editoriales no se interesan por libros de no famosos y para vender las creaciones que coso necesitaría tener tiempo para coserlas.

Mi marido es autónomo. Tiene que tener una salud de hierro, puesto que no puede estar de baja y atender a su empresa a la vez. De lo que él gana, ¡la mitad! Es para ustedes, bueno, para que ustedes lo repartan y lo inviertan en esos grandes proyectos (aeropuertos fantasma incluidos).

Tengo un hijo en la ESO al que trato de motivar para que estudie mucho, no voy a poder legarle más, en mi periplo por la vida, me quedan unos 20 años para terminar de pagar la casa en la que vivimos. No resulta fácil para mi. Me avergüenza abocarle a esta vida de sacrificio y trabajo para que otros, como usted, se lo lleven crudo. Quizá debira proponerle que se apunte al casting del reality show de turno. O mandarle de aprendiz este verano a la sede de algún partido político. 

No, eso no podrá ser, ustedes no tienen los valores que yo quiero inculcarles a mis hijos. 




12 comentarios:

Susana dijo...

Buen resumen de la situación. Olvidas una herencia importante: la paz de tener la conciencia tranquila. Un beso.

Ana, princesa del guisante dijo...

Susana, ¿y quién dice que los políticos tengan conciencia? Sólo hay que verles, con la cara de cartón en los funerales y al día siguiente soltando a los asesinos de la cárcel. Qué asquito. Un beso, guapa.

aaana dijo...

Que lástima de sociedad...

tomae dijo...

Pues si yo fuera el político que se presenta a tu puerta, tal vez te diría, y ...¿porqué no te presentas tú?

Puede, que lo de tener labia, sea más cómodo o fácil según el lado en que se esté de la puerta.

Buen Finde PrincesaDel! ;)

Ana, princesa del guisante dijo...

Aaana, sí y no. Cada uno de nosotros somos "la sociedad" así que ya no bast con aguantarse, hay que moverse, aunque sea protestando desde un blog pequeño como este. Un besazo

Ana, princesa del guisante dijo...

No me he muerto aún, quién sabe a qué me dedicaré mañana. Eso sí, siempre que pueda seguir siendo honrada.

paterfamilias dijo...

Perfectamente escrito y descrito. Yo, como empleador de estos políticos, no sé (y lo digo muy en serio) a quién votar en las próximas elecciones.

Si te presentas tú te voto seguro ;-)

Naranjito dijo...

Hace un par de elecciones tuve la "suerte" de ser elegido para una mesa electoral. Lo que más coraje me dio fue el compadreo que se traían los interventores de las distintas formaciones. Eran colegas. No quiero pensar en sus jefes.
Por cierto, yo no soy autónomo y cada vez que veo el importe del IRPF me acuerdo de las santas madres de nuestros insignes políticos.
Una reverencia, querida Ana

Ana, princesa del guisante dijo...

Pater, tengo un sentido de la justicia demasiado noble para dedicarme a la política, sufriría demasiado, pero gracias por tu apoyo.

Ana, princesa del guisante dijo...

Naranjito, es tan indecente lo que pasa que clama al cielo. A sus pies

Guillermo dijo...

Totalmente de acuerdo con lo que has opinado, Ana. Lo que más temo, además, un "poquito" más, es la nueva incorporación a este libertinaje de demagogos, de otra caterva de sujetos que juran y perjuran librarnos de todos los que hasta el momento nos mandan, y que, como decía Marx, Dn. Groucho, si no nos gustan los principios que tienen, cuentan con otros.
Yo preferiría a quienes no nos prometan lo que no se puede hacer, lo que no puedan cumplir, porque es imposible. Y que no pacten con otros para decirnos luego que fue irrealizable conseguir lo que nos prometieron al pedirnos el voto porque sencillamente sería peor que hubieran mandado ellos. No. Realmente no nos merecemos que nos traten tan mal, que se hayan convertido en mercaderes de sueños para, como tú bien dices, vivir muy bien ellos mientras nosotros sobrevivimos y vemos con inmenso temor a quienes nos sobrevivirán.

Ana, princesa del guisante dijo...

Uy, los nuevos, esos me ponen los pelos como escarpias... Gracias Guillermo, lo que ya no sé es si tenemos remedio.

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