domingo, 16 de febrero de 2025
Un saco de palabras
viernes, 20 de septiembre de 2024
Cuando te toca
En la Nochebuena de 2010, recién publicado La abuela necesita besitos, Paloma Torres nos regaló este artículo, la crítica literaria más emocionante que recibiré jamás, en el suplemento cultural de ABC. Por lo que decía sobre nuestro cuento, se intuía el peso del Alzheimer sobre alguien cercano a ella, eso me pareció entonces.
Yo lo había escrito desde la memoria inventada de alguien que ha estudiado, como enfermera, cómo es la enfermedad, de alguien que imaginaba cuánto le costaría explicar a sus hijos por qué su abuelita ya no sostiene la cuchara, no sabe atarse los zapatos, no se acuerda de que su hija es su hija, si eso pasara.
He reeditado el libro porque, lejos de desaparecer, la enfermedad se ha convertido en la plaga más tremenda de nuestra generación. A diferencia de otras enfermedades horribles que hemos conseguido amarrar con medicinas, esta sigue siendo sentencia de muerte, mueres, porque dejas de ser de lo que fuiste. En cuanto se presenta, te diriges a un punto de no retorno que terminará por desahuciar toda tu vida.
El Alzheimer es una enfermedad triste. No te duele nada, no a ti. Dueles a los demás. Se lleva lo que fuiste a zarpazos. Tiñe de niebla el fondo de tus retinas y barre los estantes de tu memoria dejando un páramo en tu memoria.
Cuando te toca vivirla de cerca, que te acabará tocando, puedes necesitar el abrazo de este libro.
Mando un abrazo a todos los que vivís el Alzheimer de cerca. Y, por supuesto, también un besito para vuestros familiares enfermos.
#diainternacionaldelalzheimer #21deseptiembre #diadelalzheimer #laabuelanecesitabesitos
Gràcies Carme Sala, com sempre.
domingo, 7 de julio de 2024
Ansiedades y ñus.
Imagen de aqui
Los seres humanos tenemos agazapado en nuestro interior un mamífero huidizo, pongamos un ñu, cuyos propósitos básicos —como los de cualquier ser vivo— son conservar la vida y perpetuar la especie. Ahí tendríamos que estar, rumiando hierba y echándoles miraditas a los ñus del sexo que toque. Pero el mundo es un lugar hostil.
Para ayudar a nuestra supervivencia se nos dotó de un instinto que activa todos los mecanismos necesarios para salir corriendo cuando somos atacados, digamos que por un oso —ya sé que ñus y osos no conviven, pero ustedes ya me entienden—. La cosa funciona así. Cuando vemos que algo que remotamente se parezca a un ser que se nos quiere comer, salimos corriendo. Para eso, el corazón late, se acelera la respiración, se tensan los músculos, se dota de glucosa a la sangre, se detiene la digestión, se constriñen los vasos sanguíneos.
Pero no somos ñus sino hombres, y cuando sentimos que algo nos agrede nos tenemos que quedar. Cuando vamos al trabajo y nos ponemos nerviosos porque no damos abasto, queremos salir corriendo, pero el humano que nos gobierna nos recuerda que tenemos que pagar la hipoteca. Cuando nos metemos en un metro lleno de personas están invadiendo nuestro espacio vital y, quién sabe, podrían ser potenciales agresores, nos recordamos que no pasa nada, que son ñus como nosotros y que van a su campo de hierba a pacer. Y nos quedamos.
Y así vamos acumulando tensiones y estrés. En algunas ocasiones nuestro cerebro se hace un lío y se prepara para salir huyendo… de ningún oso. Así se genera un ataque de ansiedad.
Cuando uno aprende a identificar los síntomas puede tratar de calmar al ñu haciéndole ver que todo está en orden, que lo que nos había parecido un oso no era más que una sombra imaginaria, que buscaremos soluciones para los problemas o que el oso no está ahí. Podemos ayudar a ralentizar la respiración, podemos refugiarnos en nuestro lugar seguro y esperar a que amaine.
No siempre funciona, pero esa actitud de tratar de calmar, en efecto, ayuda.
Lo que está pasando ahora me ha llevado a una reflexión. Desde la pandemia nos hemos vuelto una manada de ñus. En cuanto vemos a alguien moverse, salimos despavoridos ante un peligro que no existe y salimos en estampida, una estampida que arrastra con todo lo demás y que nos lleva a ponernos en peligro.
Por mi trabajo, hablo a diario con varias personas que afirman tener ansiedad. Oiga, como yo. Como todo hijo de vecino. Me pongo nerviosa si llego tarde al trabajo, si mi hijo viaja de madrugada o si a alguien de mi familia le llega una enfermedad grave. Se me disparan todos los mecanismos que me preparan para actuar y proteger mi vida y la de mi prole, porque soy una ñu estoy diseñada para ello. Pero tengo que seguir adelante. De hecho, la función de la ansiedad es tenernos en vilo para que no nos atropellen los osos, o los coches.
Los casos de ansiedad que justificarían una incapacidad laboral se pueden contar con los dedos de una mano y, sin embargo, algunas de las personas con las que hablo en mi trabajo están de baja porque se han enfrentado con un jefe, o con un compañero o porque tienen una sobrecarga de trabajo. Eso no es una crisis de ansiedad, eso es la vida. De hecho, es mucho más práctico recuperar la serenidad que nos ayude a tomar buenas decisiones que quedarse mordiéndose las uñas.
Una crisis de ansiedad incapacitante es algo mucho más grave que eso.
En 2017 durante un programa de televisión con una audiencia de 2,6 millones de espectadores, un chaval de 20 años sufría en pleno directo y en prime time una crisis de ansiedad. No la vimos, claro, la magia de la tele, pero ahí estaba. Era el mismo Alfred García, el novio de España que nos llevó a Eurovisión aquel año. Ante la gran curiosidad del público (¿dónde estaba Alfred? ¿por qué se ausentó durante la gala?), un par de días después y con una valentía y una templanza admirables, se plantó ante la pantalla para contar que había sufrido una crisis de ansiedad que llevaba años en tratamiento, que incluía la terapia psicológica y el consejo que le había hecho salir a flote: "aunque te cueste la p...vida, hazlo". Aprovecho esta ventana para demostrarle mi admiración por su música y por ese valor que tira de él hacia arriba.
Era curiosamente también el tiempo de la moda de los carteles que rezaban “Keep calm and…” Manten la calma, eso es.
Hace siete años no se hablaba de ansiedad en la calle. Por supuesto la ansiedad existía, como ahora, pero no estaba de moda. Ahora está tan de actualidad que la industria del cine ha dirigido al público infantil una película que habla de ella. La he visto y me ha parecido muy buena. Al estilo de Érase una vez el cuerpo humano, explica a los chavales cómo se genera la ansiedad y, lo más importante, cómo se combate. En Inside out 2, La joven Riley cuando se siente desbordada cierra los ojos y para su mente controlando su respiración. Llora y se apoya en su entorno. Claro que la vida le cambia, y no será la misma, pero sale adelante, aunque le cuesta un esfuerzo. Fin de la ansiedad.
Por supuesto, mi máxima comprensión y deseos de recuperación a quienes no pueden llegar a controlarla, a quienes realmente esa ansiedad les incapacita para las actividades de la vida diaria. Pero el resto de nosotros, tenemos que dejar de ser ñus y retomar el control sobre nuestro animalito agazapado. Nuestro humano debe retomar el dominio.
viernes, 5 de julio de 2024
Feliz cumpleaños, Niña
"Se podría pensar que esta historia empieza con el llanto desesperado de un bebé en la madrugada, pero no es del todo verdad.
Aunque sería una buena forma de empezar, porque casi le da un infarto al pobre paisano que se había levantado antes del alba para empezar su turno de riego, cuando descubrió que el gemido que acababa de quebrar la noche procedía de una criatura envuelta en pañales que había sido depositada sobre la vía. La habían dejado sobre el paso a nivel que cruzaba el camino de su casa hacia el pueblo. "
viernes, 10 de mayo de 2024
Remendar las entretelas
Los abrazos necesitan empatía, comprensión, dedicación plena, concentración, amor. Algunos son peligrosos, porque la entrega es verdadera y las intenciones no siempre son recíprocas. Algunas personas quieren controlarte y su abrazo se convierte en un atraco a mano armada. El cuerpo lo sabe y, en lugar de sentir placer, responde emitiendo señales de alarma que recorren la columna vertebral y te congelan.
A veces nos vemos obligados a abrazar sin ganas, por compromiso, a personas cuyo afecto hacia uno es nulo. Seguramente el sentimiento sea recíproco y bueno, ahí estamos, entre los brazos de alguien con quien sabemos que no encajamos, contando cuantas milésimas de segundo son necesarias para soltar al otro sin parecer maleducado. Ese pan sin sal de los abrazos deja el cuerpo tibio.
Los adultos cambiamos los abrazos escurridizos de la adolescencia por abrazos verdaderos, de aquellos en los que te entregas en el otro y abres el alma para que el otro descanse en ti. De los que te tienen meciéndote algunos segundos que quieres que no terminen. Se aprende a abrazar. La parte sencilla es la de dar el abrazo. Bien, pero lo de recibirlo, eso no es tan sencillo. Dejarse querer, aceptar el regalo del abrazo de alguien, bajar la guardia y dejar que el otro te remiende las entretelas, para eso hay que romper el caparazón y aceptar ese momento en el que el otro se regala y te quiere porque sí.
El cielo se debe parecer a estar en un abrazo permanente.
lunes, 29 de abril de 2024
La doctora de los pies de loto
Conocí a Lisa See por su best seller El abanico de seda. Si no lo han leído, háganse el favor, y consigan un ejemplar, aunque sea de bolsillo. La autora americana, biznieta del Patriarca del Barrio Chino de Los Ángeles, narra en esta obra la amistad entre dos niñas que establecen una relación como laotongs, una amistad por elección que implicaba fidelidad eterna. Era, por tanto, de mayor implicación que un matrimonio, que no era electivo sino por imposición paterna y cuyo propósito era tener hijos, preferentemente varones.
El abanico de seda es una obra exquisitamente delicada que sumerge al lector en otro planeta, la lejanísima China de las mujeres de los pies de loto, que se podríaa pensar que no existió jamás. Porque a nosotros los europeos nos parece imposible que incapacitar de por vida a una mujer mutilándole los pies, pudiera ser algo, no solo deseable, sino que era condición imprescindible para que los padres pudieran casar bien a sus hijas e impedir que quedaran relegadas a los trabajos más desprestigiados. Las propias madres rompían con dolor y orgullo los huesos de los pies de sus hijas de seis o siete años. Esto que parece inverosímil no lo es. Se estima que, a principios del siglo XIX, casi la mitad de las mujeres chinas tenían pies vendados, el 100% para mujeres de clase alta. Figúrense que el largo ideal, el llamado “loto dorado” era de siete centímetros.
Estas mujeres de la China imperial vivían aisladas de la sociedad, no podían huir de una situación que ellas mismas perpetuaban, porque una mujer con los pies como muñones difícilmente podía salir corriendo de las manos de un marido. Se recluían de por vida en las cámaras destinadas a las mujeres de sus propios hogares. En ese mundo interior, sin embargo, esas mujeres creaban un mundo de belleza basado en el arte de sus bordados, sus poesías, sus canciones, la formación de sus hijas. La obra relata cómo sus protagonistas habían desarrollado una escritura propia que les permitía comunicarse sin que sus esposos captaran los mensajes.
No había vuelto a leer a Lisa See, cuando descubrí que había escrito El círculo de mujeres de la doctora Tan. La urraca librera que llevo dentro se hizo con un ejemplar que he devorado en una semana, a pesar de sus casi 450 páginas. Relata la historia de Tan Yunxian, una médica que ejerció durante la dinastía Ming en el siglo XV, el tiempo que equivale a nuestra época de los Reyes Católicos.
Esta mujer de pies de loto, reside en las cámaras interiores del hogar de su marido desde su boda, concertada en su infancia. Allí pone en práctica sus conocimientos en medicina aprendidos de su abuela. En aquel tiempo, las mujeres eran tratadas por médicos hombres que no las podían ver ni tocar bajo pena de repudio de sus esposos. Las mujeres fallecían por falta de diagnóstico o desangradas en los partos, porque los médicos no podían acercarse a la sangre porque se contaminaban. Sencillamente espeluznante.
Como mujer, el papel de esas mujeres en la sociedad me resulta incomprensible, no me veo doblegándome para caber en ese sistema. Seguramente tampoco habría encajado en la sociedad de la Europa medieval. Claro, que no podemos entender la historia con ojos del presente.
Como enfermera, me ha resultado muy interesante el abordaje de la enfermedad que proponía la medicina china y el conocimiento que tenían en el siglo XV de terapias médicas. En ese tiempo, en occidente, los barberos eran los encargados de resolver los problemas de salud y la mitad de las dolencias se trataban a base de sangrías con sanguijuelas.
Mientras vas leyendo el libro, atrapada en la historia de esta mujer, viviendo con ella sus tiempos de cabello recogido, sus tiempos de arroz y sal y sus tiempos de recogimiento, no puedes dejar de pensar que es imposible que lo que se narra sea real. Haber leído previamente El abanico de seda me ayudó a entender un poco más la magnitud de lo que leía.
Te dices que no puede ser que las mujeres que no tenían hijos varones escogieran ellas mismas las concubinas para que sus maridos los engendraran para poder continuar sus dinastías y mantener la honra y el patrimonio familiar. No puede ser que esas concubinas pudieran ser desechables si quedaban marcadas de viruelas. No puede ser que las mujeres tuviesen un valor social nulo, bajo cero, si eran una pies grandes. Eso piensas. Se lo ha inventado, te dices. Hasta que acabas el libro y te lees los Agradecimientos y te das cuenta de que de la autora se ha documentado exhaustivamente sobre la sociedad china medieval, sobre los conocimientos de ginecología de la medicina china clásica, sobre la justicia de los mandarines, sobre la dinastía Ming. Nos cuenta que Tan Yunxian existió de verdad, escribió un tratado de medicina titulado Miscelanea de casos de una doctora, que un primo suyo, hombre, publicó y ha llegado hasta nuestros días. El círculo de mujeres de la doctora Tan, no es más que una novela, pero, sin duda, es historia.
domingo, 31 de marzo de 2024
Entre hilos
Bordar tiene algo hipnótico. Se parece a pintar: plasmar una idea en un lienzo, pero con hilos de colores en lugar de pinturas.
El proceso creativo de una labor bordada es fascinante. Escoger un diseño, plasmarlo en la tela, elegir la gama cromática, el hilo adecuado, colocar la pieza en el bastidor y tensar. Cortar el hilo de la longitud precisa, esconder la hebra —no, no se debe anudar jamás en el revés del bordado— y el pequeño vuelco en el estómago de dar la primera puntada, que no es como el primer beso, pero casi.
Y entonces se apaga el mundo y el tiempo fluye entre tus dedos igual que el pensamiento discurre por tus nudos internos y tus problemas. El bordado es altamente terapéutico y sanador.
No siempre escojo el bordado para sanar mi alma. Cuando tengo un trago complicado opto por el ganchillo porque ahí todo pasa con otra cadencia, mucho más rápida y mucho menos comprometida, porque si te hartas, tiras del hilo y el trabajo o el problema desparecen con arte de prestidigitador. Deshacer un trozo de bordado requiere mucha prudencia y tijera,mejor pensarlo bien.
A mí se me da fatal pintar, voy mal de habilidad y regular de paciencia, a pesar de sus trazos rápidos o tal vez por ellos.
Tradicionalmente las mujeres se sentaban con las piezas de sus ajuares en el regazo y mientras sus manos creaban labores maravillosas, compartían confidencias y chismes y se acompañaban en sus dificultades.
Mi bordado es, en cambio, solitario me obliga a detener la mente. Cada pincelada es apenas un tramo de hilo, apenas unos milímetros, a veces, ni eso. Me amarra las riendas del alma y me redibuja los bordes, me reafirma, me acompaña y me conforta. Me dice que al final, todo saldrá bien.
Por favor,
Este es un espacio de libertad y, sobre todo, de respeto.