© de la imagen La meva maleta

domingo, 7 de julio de 2024

Ansiedades y ñus.

      Imagen de aqui
Los seres humanos tenemos agazapado en nuestro interior un mamífero huidizo, pongamos un ñu, cuyos propósitos básicos —como los de cualquier ser vivo— son conservar la vida y perpetuar la especie. Ahí tendríamos que estar, rumiando hierba y echándoles miraditas a los ñus del sexo que toque. Pero el mundo es un lugar hostil.


Para ayudar a nuestra supervivencia se nos dotó de un instinto que activa todos los mecanismos necesarios para salir corriendo cuando somos atacados, digamos que por un oso —ya sé que ñus y osos no conviven, pero ustedes ya me entienden—. La cosa funciona así. Cuando vemos que algo que remotamente se parezca a un ser que se nos quiere comer, salimos corriendo. Para eso, el corazón late, se acelera la respiración, se tensan los músculos, se dota de glucosa a la sangre, se detiene la digestión, se constriñen los vasos sanguíneos.  

 

Pero no somos ñus sino hombres, y cuando sentimos que algo nos agrede nos tenemos que quedar. Cuando vamos al trabajo y nos ponemos nerviosos porque no damos abasto, queremos salir corriendo, pero el humano que nos gobierna nos recuerda que tenemos que pagar la hipoteca. Cuando nos metemos en un metro lleno de personas están invadiendo nuestro espacio vital y, quién sabe, podrían ser potenciales agresores, nos recordamos que no pasa nada, que son ñus como nosotros y que van a su campo de hierba a pacer. Y nos quedamos.

 

Y así vamos acumulando tensiones y estrés. En algunas ocasiones nuestro cerebro se hace un lío y se prepara para salir huyendo… de ningún oso. Así se genera un ataque de ansiedad.

 

Cuando uno aprende a identificar los síntomas puede tratar de calmar al ñu haciéndole ver que todo está en orden, que lo que nos había parecido un oso no era más que una sombra imaginaria, que buscaremos soluciones para los problemas o que el oso no está ahí. Podemos ayudar a ralentizar la respiración, podemos refugiarnos en nuestro lugar seguro y esperar a que amaine.

No siempre funciona, pero esa actitud de tratar de calmar, en efecto, ayuda.

 

Lo que está pasando ahora me ha llevado a una reflexión. Desde la pandemia nos hemos vuelto una manada de ñus. En cuanto vemos a alguien moverse, salimos despavoridos ante un peligro que no existe y salimos en estampida, una estampida que arrastra con todo lo demás y que nos lleva a ponernos en peligro.

Por mi trabajo, hablo a diario con varias personas que afirman tener ansiedad. Oiga, como yo. Como todo hijo de vecino. Me pongo nerviosa si llego tarde al trabajo, si mi hijo viaja de madrugada o si a alguien de mi familia le llega una enfermedad grave. Se me disparan todos los mecanismos que me preparan para actuar y proteger mi vida y la de mi prole, porque soy una ñu estoy diseñada para ello. Pero tengo que seguir adelante. De hecho, la función de la ansiedad es tenernos en vilo para que no nos atropellen los osos, o los coches.

 

Los casos de ansiedad que justificarían una incapacidad laboral se pueden contar con los dedos de una mano y, sin embargo, algunas de las personas con las que hablo en mi trabajo están de baja porque se han enfrentado con un jefe, o con un compañero o porque tienen una sobrecarga de trabajo. Eso no es una crisis de ansiedad, eso es la vida. De hecho, es mucho más práctico recuperar la serenidad que nos ayude a tomar buenas decisiones que quedarse mordiéndose las uñas. 

Una crisis de ansiedad incapacitante es algo mucho más grave que eso.

 

En 2017 durante un programa de televisión con una audiencia de 2,6 millones de espectadores, un chaval de 20 años sufría en pleno directo y en prime time una crisis de ansiedad. No la vimos, claro, la magia de la tele, pero ahí estaba. Era el mismo Alfred García, el novio de España que nos llevó a Eurovisión aquel año. Ante la gran curiosidad del público (¿dónde estaba Alfred? ¿por qué se ausentó durante la gala?), un par de días después y con una valentía y una templanza admirables, se plantó ante la pantalla para contar que había sufrido una crisis de ansiedad que llevaba años en tratamiento, que incluía la terapia psicológica y el consejo que le había hecho salir a flote: "aunque te cueste la p...vida, hazlo".  Aprovecho esta ventana para demostrarle mi admiración por su música y por ese valor que tira de él hacia arriba.

Era curiosamente también el tiempo de la moda de los carteles que rezaban “Keep calm and…” Manten la calma, eso es.

 

Hace siete años no se hablaba de ansiedad en la calle. Por supuesto la ansiedad existía, como ahora, pero no estaba de moda. Ahora está tan de actualidad que la industria del cine ha dirigido al público infantil una película que habla de ella. La he visto y me ha parecido muy buena. Al estilo de Érase una vez el cuerpo humano, explica a los chavales cómo se genera la ansiedad y, lo más importante, cómo se combate. En Inside out 2, La joven Riley cuando se siente desbordada cierra los ojos y para su mente controlando su respiración. Llora y se apoya en su entorno. Claro que la vida le cambia, y no será la misma, pero sale adelante, aunque le cuesta un esfuerzo. Fin de la ansiedad. 


Por supuesto, mi máxima comprensión y deseos de recuperación a quienes no pueden llegar a controlarla, a quienes realmente esa ansiedad les incapacita para las actividades de la vida diaria. Pero el resto de nosotros, tenemos que dejar de ser ñus y retomar el control sobre nuestro animalito agazapado. Nuestro humano debe retomar el dominio. 

 

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Por favor,

Si algo de lo que expongo aquí te molesta, te pertenece, o habla de ti y quieres que lo borre, tan solo tienes que pedírmelo. Nunca quise ofenderte, ni plagiarte, ni molestarte...
Este es un espacio de libertad y, sobre todo, de respeto.