© de la imagen La meva maleta

jueves, 9 de octubre de 2014

A esa madre

No sabría decir cómo, cuándo, aquel niño travieso empezó a destruir el proyecto de vida que se esperaba para él. Nada que no soñemos todos para nuestros hijos, estudios, trabajo decente, pareja, familia, comidas de Navidad, un piso arregladito.
No, ella no supo del primer porro, que  llevó al segundo, la primera raya, que le llevó a mentir, el dinero, eso sí se notó. La ropa que compraba y desaparecía.
Y la mirada perdida.
Esa madre supo. Y no pudo creer, no quería creer, y se decía, no puede ser, si él es bueno, si mi niño, el que yo tuve en mis entrañas, el que acariciaba mi pelo entre sus dedos, 
Y como entonces pensó que había sido culpa suya, de ella y de su marido, trató de ayudarle, y le compraba la ropa, le limpiaba el apartamento de vez en cuando, pensaba que se resolvería, a pesar del pánico que le apretaba las sienes y la desvelaba de forma perenne.
Pero no contaba con el daño irreversible en el cerebro de su niño bueno, que empezó a ser un niño bueno enfermo. Y seguía habiendo demasiado polvo, demasiadas cervezas. E hizo daño a otros y tuvo que dejar el coche, y no  se podía pagar lo que se debió, y rompió con todo y con todos, excepto con los malos. 
Y ella ya no sabía dónde acudir, rezaba por que no perdiera ese buen trabajo que su niño bueno había conseguido (ella hizo de él un buen estudiante, a pesar de todo, ese mérito sí fue suyo). 
Y a día cinco del mes ya no le quedaba sueldo. Esa madre se desesperaba, no quería creer lo que en realidad sabía a ciencia cierta, lo supo cuando él se vendió todo, incluso los zapatos que le compró, que no pierda el trabajo. 
 Pienso en esta madre que no sabe dónde encontrar a su hijo, que ya no tiene ni móvil, que no sabe dónde duerme, que tiembla cuando suena el teléfono o ve un coche de la policía cerca de casa.  

Y me pongo en la piel de esta madre, y no puedo ni imaginar la mirada de cristal en el rostro de uno de mis niños buenos. 

No puedo quitar el dolor de esa madre de mi garganta. 

7 comentarios:

Chitin dijo...

Ninguna madre querría tener q estar en la piel de esa madre :-(
Es algo q me angustia, el no ser capaz de educar a mis hijos para decir NO a ese tipo de cosas.

Susana dijo...

Hay tantas historias parecidas... Un beso.

Ana, princesa del guisante dijo...

Chitin, cuántos peligros les acechan... La salud es un bien que únicamente somos capaces de apreciar cuando la perdemos, especialmente la salud mental, que damos tan por segura.

Susana, y peores, créeme. qué duro... Un beso.

aaana dijo...

Qué miedo. Qué horror. Desgraciadamente he visto la situación varias veces. Será por eso que siempre lo he tenido muy claro
has visto la película Heroína, de Adriana Ozores? La vida de una de estas madres, Vigo años 80. Muy aconsejable
abrazos

Mariapi dijo...

Debe ser un dolor terrible.
Cuántas veces ante sufrimientos parecidos o llegados por otras causas,en esas conversaciones íntimas entre padre y madre, nos decimos que ojalá no fuesen libres...para al segundo recapacitar y darnos cuenta de que en la posibilidad de esos dramas a los que puede llevarles la libertad , también se encuentra la posibilidad de lo más maravilloso que tienen los hijos, como cualquier persona, la libertad que los hace capaces de amar.
Gracias Ana.

sunsi dijo...

Creo que todos los padres tememos ese momento, el día que les ofrezcan y ellos sepan decir "NO, yo no voy a consumir"
Por temas de trabajo mi marido hizo un máster hace tiempo en prevención de la drogadicción. Nos enriqueció mucho. Me quedó claro que hay que educar en la espera. Huir de lo fácil, de la solución inmediata a sus reclamos. También saber modular la exigencia que les lleva a veces a sentirse fracasados cuando no alcanzan determinadas metas. Lo que denominan tolerancia ante la frustración. Eso y amor. Y un ambiente familiar en el que puedan expresarse sin que se caiga el mundo cuando metan la pata.

Perdona, Ana. Quizá me he extendido demasiado. A pesar de todo... ahí está la libertad y sus entresijos. Y 2 más dos no son 4.

Menudo tema. Cuánto sufrimiento provoca. Un beso, pesoleta.

Ana, princesa del guisante dijo...

Aaana, miedo, terror. No vi la película, debe de ser tremenda.

Mariapi, lo malo es que cuando se meten estas sustancias dejan de ser libres, después del primer sí, su libertad está supeditada a la dependencia... Qué tristeza tan grande... Un beso


Sunsi, me gusta mucho tu comentario porque das las herramientas que todos los padres queremos tener. Un post estaría muy bien para que algún padre que buscará información a la desesperada se tropezara con tus palabras sensatas. Besos

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